Capítulo 2: La jornada hacia las bendiciones

Christian Faith International Ministries

 

CAMBIEMOS LAS MALDICIONES A BENDICIONES

CARL L. FOX

 

Capítulo 2

La jornada hacia las bendiciones

Un lindo día soleado del otoño supuestamente andaba yo cazando alces, pero con mi arma en el suelo a los dos metros de mí, no estaba prestándole mucha atención al asunto. ¡Más bien disfrutaba de conversar con el Señor en las montañas escarpadas del Desierto de Gila, cerca de la frontera de Nuevo México con Arizona. En esta hermosura que me rodeaba, la presencia del Creador se sentía fuerte por todo lado. Era una época en que veía muy buenos resultados en el ministerio de romper las maldiciones, pero todavía había muchas cosas que no entendía. Empecé a hablar con Dios acerca del asunto de las maldiciones, de dónde vienen y qué son.

—Bueno— me dijo, —una maldición que no tiene una causa no puede aterrizar. Sin embargo, si andas en desobediencia, te abres a recibir una maldición.— Me declaró que si no quería ser maldecido tendría que obedecer siempre y luego me preguntó si alguna vez había conocido a otro cristiano que siempre le obedecía a Él.

—No, nunca— exclamé. — ¡Menos yo!

Me señaló unos zopilotes que estaban circulando por los aires. Tenían como una hora de estar circulando por las corrientes encima de un cañón delante de mí. Entonces me dijo, —Así son las maldiciones. Pasan mucho tiempo sobrevolando en espera de una oportunidad para entrar. Luego dijo —Eventualmente, si no logran entrar en tu vida, tienen que regresar al lugar de donde vinieron.

Más tarde, encontré en Proverbios este versículo que me explicó exactamente este principio:

(Proverbios 26:2) Como el gorrión en su vagar, y como la golondrina en su vuelo, Así la maldición nunca vendrá sin causa.

Algunos días después tuve una visión en que había una muralla entre la humanidad y la maldad. Al observar, pude ver que los demonios entraban y salían constantemente, atravesando la muralla. Cuando miré más de cerca, me di cuenta que todas las puertas tenían cerraduras, que para mí representaban la protección de Dios. Entonces, ¿cómo es que iban y venían los demonios constantemente? Enfoqué todavía más y me di cuenta que ¡cada demonio tenía una llave para entrar!

Le pregunté al Señor, “¿Por qué estos demonios tienen llaves?” Me contestó, “Las llaves son maldiciones que les dan a los demonios autoridad legal para entrar. Hay muchos tipos de llave: algunas son maldiciones heredadas—o sea, generacionales—algunas nos las imponemos a nosotros mismos y todavía otras tienen que ver con nuestro comportamiento, como cuando la gente desobedece las palabras que les doy.”

Si no quieres que tengan los demonios autoridad en tu vida, tienes que asegurarte que cualquier maldición que te ate haya sido desatada. Una maldición no puede aterrizar a menos que tenga causa, y el temor y el pecado son las causas principales de que desaparezcan de tu vida las bendiciones. ¡Sin duda alguna el pecado lo hace! Cuando Dios da una orden en la Biblia y tú dices, “No tengo ganas de hacerlo, así que no lo haré,” te has abierto al pecado que trae maldiciones. Dios no le permitirá a satanás causarnos mal, a menos que le dejemos abierta una entrada legal. El diablo es un ser legalista y si tú le das la puerta abierta, ¡no dudes que se va a aprovechar! Pues sería ilegal maldecirte sin causa y Dios le hundiría el cráneo al diablo— ¡y para eso llegará su día!

Las personas no entienden por qué vienen maldiciones, ni por qué a ellos. Nuestra sociedad ha llegado al punto en que el pecado es tan aceptable que nos arrepentimos a lo ligero con un, “Lo siento,” pero no es un arrepentimiento sincero y profundo. Un arrepentir auténtico significa que damos una vuelta y cambiamos nuestra manera de pensar y actuar. Un arrepentimiento sincero y de corazón, más la confesión del pecado, abren la oportunidad para que Dios nos proteja enteramente.

Otro punto importante es que no debemos centrarnos tanto en las maldiciones que no podamos ver las bendiciones de Dios. El Señor Dios no quiere que nos dediquemos a una cruzada contra las maldiciones tanto que vaya a perjudicar nuestra comunión con Él, impidiéndole tener intimidad con nosotros.

Más bien, tenemos que estar pendientes de que sin duda van a entrar si abrimos una brecha en nuestra vida. Debemos decir, “Mira, no quiero maldiciones. Quiero librarme de ellas.” Por eso es tan importante lo que dice la primera epístola de Juan 1:9, porque “si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad.” La desobediencia es un pecado, por cuanto la confesión te da el medio para quitarle al diablo la llave y dejarlo sin autoridad en esa área de tu vida.

 

LA MALDICIÓN DEBE SER REEMPLAZADA POR UNA BENDICIÓN

Cuando regresé de trabajar en Ucrania, me sentí entre la espada y la pared. No sabía hacia dónde dirigirme, pero mientras buscaba entender el tema de las maldiciones y cómo destruirlas, el Señor empezó inmediatamente a transformar la situación. En lugar de las maldiciones, las bendiciones del Señor empezaron a alcanzarnos. Mucha gente me instó a que enseñara lo que iba aprendiendo de la Palabra de Dios sobre el tema. Entonces, me dije, “De acuerdo,” y pensé en enseñarlo una sola vez.

Desde un principio me di cuenta que esta materia de convertir las maldiciones en bendiciones iba a ser difícil de enseñar, porque hay tanto en la Biblia acerca de ellas. Entonces, en vez de esperar hasta haber agotado la investigación del tema, me puse una fecha. ¡De hecho no me quedó más que estar listo!

Bien recuerdo el día antes de dar el primer seminario, cuando andaba en el cerro de una montaña con un amigo orando y pidiendo la ayuda del Señor. Oímos una voz detrás de nosotros diciendo, “Cada vez que quitan una maldición, asegúrense de siempre sustituirla por una bendición.” Ambos viramos a la misma vez pero no había nadie. Sin embargo, no dudamos quién era Él que nos había hablado. ¡Ambos habíamos escuchado la voz!

Tenía que verificar esto con la Palabra de Dios antes de poderlo enseñar, y no tenía tiempo para buscar las Escrituras y comprobarlo, ¡pero Dios es tan misericordioso! Esa misma noche me llamó un amigo y me dijo, “Carl, ¡tienes que leer este versículo!—ya que has estado estudiando sobre las maldiciones. Dice que Dios te convertirá tus maldiciones en bendiciones.”

Aquí está el versículo que establece las bases para la clase y es la piedra angular de este libro:

(Deuteronomio 23:5) “.y el Señor tu Dios te convirtió la maldición en bendición, porque el Señor tu Dios te amaba.”

Este fue un hito muy importante en el camino hacia nuestro entendimiento del asunto. Es probable que éste sea el principio más importante y menos comprendido de todo lo que Dios nos había enseñado sobre el tema. No basta con romper las maldiciones, sino que también hay que poner en su lugar bendiciones. ¡Lo mejor es que las bendiciones funcionan con mucha más fuerza y duran mucho más tiempo que las maldiciones!

Son demasiados los que se ofenden cuando menciono que muchos de sus problemas podrían ser resultado de las maldiciones. Me dicen, “¡Ay, no! ¡No, no tengo nada que ver con maldiciones! Es brujería y hechicería y jamás me meto con eso. Además, no tengo enemigos que quisieran maldecirme.” Lo más extraño es que cuando la gente cristiana se enoja conmigo, citan el versículo:

(Gálatas 3:13) Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición…

Dicen que ninguna maldición podrá tener autoridad sobre ellos porque han nacido de nuevo. Pero ¿no leen la Biblia? En la cruz Jesucristo pagó el precio de nuestra redención completa, que incluye quedar libres de las maldiciones, pero como en todo lo que Él nos ha ofrecido, tenemos que reclamarlo para nuestras propias vidas.

Cuando estás enfermo, ¿qué es lo primero que haces? Comienzas por descubrir lo que está pasando en tu cuerpo—tal vez vas donde un médico, un especialista, lees algo sobre la enfermedad en libros y revistas, o hablas con gente cuyos síntomas son parecidos a los tuyos. Hay también personas que buscan en el Internet para encontrar el problema. Si piensas que tienes sarampión, pulmonía o cáncer, y lo confirma un doctor, aunque no te guste la enfermedad, estás contento de tener un diagnóstico que te dirija hacia un tratamiento, y ojalá también a una curación.

Por lo mismo, si te estuvieran pasando cosas malas, ¿no quisieras saber el por qué—aunque fuera una maldición como la impuesta sobre el hombre ucraniano que mencioné en el primer capítulo? Bien sabía él que había sido maldecido, porque venía de un lugar donde las cosas así eran bien conocidas y eran tema común en las conversaciones. El asunto es que fue maldecido dos veces por haber buscado a alguien que pudiera ir contra el que lo había maldecido en un principio. Debió haber buscado a Dios primero, pero de todos modos se sintió contento de saber que había una solución a sus problemas—que a Dios le importaba él lo suficiente como para ofrecerle una salida. Por esta razón es importante entender lo que es una maldición, y eso fue lo siguiente que me mostró Dios en mis estudios de las Escrituras.

 

¿QUÉ ES UNA MALDICIÓN?

La maldición siempre empieza con el pronunciamiento por boca de palabras, ya fueran en una oración, en una palabra, en un juramento, un dicho o una declaración. Las siguientes son algunas definiciones de una maldición:

Diccionario de la Lengua Española:

Maldición: 1) Imprecación que se dirige contra una persona o cosa, manifestando enojo y aversión hacia ella, y muy particularmente el deseo de que le venga algún daño. 2) Conversación en que se habla mal de un ausente, murmuración.

Maldecir: Imprecar – proferir palabras con que se expresa el vivo deseo de que alguien sufra mal o daño.

 

Diccionario de Ideas Afines, por Eduardo Benot:

Dice lo mismo que el diccionario de la Academia Real Española, agregando como una de las ideas afines “maldición gitana”, sin elaborar más.

 

Oceano Uno – Diccionario Enciclopédico Ilustrado:

Maldecir: Echar maldiciones – Quejarse de algo; criticar, hablar mal de alguien.

Maldición: Imprecación contra una persona o cosa, manifestando enojo y aversión hacia ella

 

Dondequiera que veamos una carencia de bendiciones, de fijo habrá por detrás una maldición, cuya intención es hacerle un mal a alguien. Las palabras son poderosas y así como sucede con la bendición, la maldición empieza con un pronunciamiento verbal. El mismo Dios creó los cielos y la tierra con palabras, tanto que cuando quiso tener luz, no construyó una planta eléctrica sino que simplemente dijo estas palabras: “¡Sea la luz!” Esa luz abarcó todo lo que conocemos aquí en la tierra hasta el día de hoy: los colores, la vida y la energía.

Las palabras tienen mucha autoridad, con lo que las negativas le dan a satanás la autoridad para operar contra nosotros para hurtar, matar y destruir. Al contrario, todo mundo conoce el caso de Job, quien fue un hombre muy rico y el más paciente en la tierra, pues no renegó de Dios aunque perdió todo— ¡hasta sus siete hijos! Cuando perdonó a su esposa y a sus amigos por acusarlo injustamente y pedirle que renegara, el Señor le hizo recuperar todo en mayor abundancia, porque Él actúa a partir de nuestras palabras positivas para traernos una vida llena de bendición. Por eso tenemos que tener mucho cuidado con lo que decimos. Cuando hay problemas mucha gente los hace peor, renegando y diciendo, “¡OH, Señor! ¡Estoy sufriendo demasiado! ¡Ya no puedo más!” La realidad es que de esta manera se están echando encima maldiciones—maldiciones impuestas por sí mismos. Por otro lado, Dios nos enseña que debemos orar de acuerdo a la respuesta que Él da al problema, y confesar las promesas de su Santa Palabra.

No importa que la maldición haya sido impuesta al propio por otra persona, o que por ignorancia te la hayas impuesto tú mismo o a otro, siempre empieza con palabras. Satanás no te puede maldecir—sólo puede usar las palabras dichas en voz alta para traerle a alguien una maldición. Si una persona dice que no puede hacer algo y sigue repitiéndolo, nunca lo hará; como en el caso de los niños a quienes se les haya dicho una y otra vez que son estúpidos, pasan la vida entera creyéndose estúpidos cuando de verdad son muy inteligentes. Decirle a alguien que es estúpido es imponerle una maldición, dado el poder de las palabras pronunciadas contra él. Es tal el poder de la palabra hablada que sigue afectando a la persona por el resto de su vida. Esa palabra maligna se le clava en la mente y, a menos que se tomen cartas en el asunto, podrá hasta atrincherarse en su personalidad.

En los siguientes capítulos vamos a ver lo que dice Dios acerca de las maldiciones. Pero primero vamos a ver la definición de una bendición. Es mucho más importante conocer las bendiciones que el Señor tiene para nosotros si le creemos y le somos obedientes. Dice en Jeremías 29:11, “…porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice el Señor, pensamientos de paz, y no de mal, para daros el fin que esperáis.” Son demasiadas las veces que nos pasan cosas malas sin el menor aviso, pero Dios quiere más bien mostrarnos cómo esperar sus bendiciones. ¡Él es impresionante, asombroso! Quiere inundarnos de Sus bendiciones en todas las áreas de nuestras vidas.

 

¿QUÉ ES UNA BENDICIÓN?

La bendición también empieza con una declaración oral. Es un hablar bien de Dios o alabarlo. Puedes alabar a Dios con tu vida, por amándolo y obedeciéndole. ¡Cuando le alabamos, lo hacemos muy feliz; les damos mucho gozo al Señor Dios y a Jesucristo por medio de nuestras alabanzas! Las siguientes son algunas definiciones de una bendición:

Diccionario de la Lengua Española:

Bendecir: 1) Alabar, engrandecer, ensalzar. 2) Colmar de bienes a alguien la Providencia; hacerlo prosperar. 3) Invocar en favor de una persona o cosa la bendición divina. 4) Consagrar al culto divino alguna cosa, mediante determinada ceremonia. 5) Hacer el obispo o el presbítero la señal de la cruz sobre personas o cosas.

Bendición: 1) Acción y efecto de bendecir. 2) Ser una cosa bendición de Dios, o una bendición; ser muy abundante, o muy excelente, o muy digna de admirar.

 

Diccionario de Ideas Afines, por Eduardo Benot:

Bendecir: Hacer la señal de la cruz,

Bendición: prosperidad, auge, bondad, felicidad, piedad, bendiciones, absolución, culto

 

Oceano Uno – Diccionario Enciclopédico Ilustrado:

Bendecir: Alabar; colmar de bienes a uno la Providencia; invocar la bendición divina; consagrar al culto divino alguna cosa; formar cruces en el aire con la mano, invocando a la Santísima Trinidad o recitando oraciones.

Bendición: Ceremonia con que se celebra el sacramento del matrimonio

Bendito: Santo o bienaventurado; dichoso, feliz; sencillo y de pocos alcances; nombre de una oración.

 

Diccionario Internacional Britannica compuesto del Standard Dictionary of the English Language (Diccionario Funk y Wagnalls del Idioma Inglés) y el World Language Dictionary, (Diccionario de Idiomas del Mundo), edición internacional publicada por la Encyclopaedia Britannica:

Bendición: Lo que hace feliz o próspero; una dádiva de favor divino; el acto de bendecir, como al final de la adoración; invocar sobre una persona el favor divino

 

Webster’s Dictionary:

El acto de uno que bendice; aprobación; una cosa que trae la felicidad o el bienestar; bendición de los alimentos.

 

American Heritage Dictionary (Diccionario del Patrimonio Americano):

Una expresión o declaración de buenos deseos; cualquier cosa que promueve o contribuye a la felicidad, al bienestar o a la prosperidad.

 

Dios también tiene bendiciones para el hombre, entre las cuales enumero su bondad, favor, misericordia y sus promesas. Todos necesitamos las bendiciones de Dios. Su misericordia es una bendición. La vida eterna es una bendición, no tenemos la menor idea de cómo comprenderla. De hoy en un millón de años todavía estaremos rascándonos la cabeza para entender, y diciéndonos, “¡Este sí que es un buen trato que hicimos!”

De hecho, las bendiciones comienzan con palabras, como cuando pronunciamos sobre una persona las bendiciones de Dios en el nombre de Jesucristo y quedan impartidas a su vida. Cuando pronunciamos bendiciones sobre la vida de una persona, estas bendiciones tienen más autoridad y poder que las maldiciones. Cada vez que les decimos a nuestros hijos, “Eres una bendición,” “Eres estupendo,” y “Dios te trajo como una bendición a nuestra familia,” les estamos estableciendo para ellos la felicidad y prosperidad en sus vidas adultas. Son demasiados los padres que les dicen a los niños que fueron un accidente y otras cosas así, diciéndoles en efecto: “No te quiero,” y “Nunca vas a ser nadie”. Así les aseguran que pasen toda su vida viviendo bajo de la maldición de esas palabras que pronunciaron.

Es muy común impartir bendiciones en la ceremonia de bodas de una pareja joven. Pero en mi caso, no oficiaré en una boda a menos que tenga primero la oportunidad de romper todas las maldiciones, para que el amor pueda tener autoridad en el matrimonio. Es uno de mis requisitos para oficiar en una boda—que tenga permiso para romper las maldiciones. El hecho de que dos personas se amen tanto que no puedan estar aparte uno del otro no es ningún pronóstico de que les irá bien en su matrimonio, como tampoco lo es estar pensando solamente en su enamorado o enamorada.

Apenas se casan, el diablo le impone al nuevo matrimonio el concepto de “una sola carne,” (Génesis 2:24), algo que el Señor Dios dice que sucede cuando nos casamos. El diablo ataca al matrimonio y en poco tiempo los enamorados no pueden soportarse uno al otro. ¿Cómo lo hace? ¿Por qué puede hacer eso? Porque cada uno de la pareja ha vivido sus propias maldiciones toda la vida, acostumbrándose cada uno a estas y, encima, agregando las maldiciones del otro. Al ser una sola carne, se han intercambiado maldiciones y ahora tienen más que antes. Sin embargo, si logran entrar a la unión ya libres de sus propias maldiciones sin cargarlas sobre el otro, entonces sí se puede decir que la unión va a ser estrecha y poderosa. El matrimonio que empieza con las bendiciones de Dios, puede dar un ejemplo maravilloso y ser de gran bendición para el Cuerpo de Cristo.

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