Capítulo 4: Bendiciones en Abundancia

Christian Faith International Ministries

CAMBIEMOS LAS MALDICIONES A BENDICIONES

CARL L. FOX

 

Capítulo 4

Bendiciones en Abundancia

Las dos gitanas, madre e hija, salieron en carrera sonriendo de oreja a oreja y secándose las lágrimas. ¡Mamá estaba sana! Se notaba que la hija, una joven de unos treinta años, hacía su mayor esfuerzo por no soltar carcajadas de pura alegría. Ya se le había desaparecido la pesadez de su alma y en su cuerpo algo también había cambiado. ¡Casi no aguantaban llegar a casa a contarle a la familia lo sucedido! Al andar, sus pasos se iban haciendo cada vez más livianos—caminando y corriendo y volviendo a caminar, tanto que parecía que iban empujadas por un viento fuerte. ¡Iban sopladas por el gozo!

Esa tarde la esposa de un pastor gitano me las había traído para que orara por ellas. En ese momento se miraban muy deprimidas y oprimidas, además de estar en un estado de salud patético. Cuando oré al Señor, me mostró que debía quitarles algunas maldiciones y luego me mostró cuáles bendiciones poner en su lugar. Primero, mientras oraba por la hija empezó a recibir salud. En cierto momento, al quitarle una maldición, empezó a caer en el espíritu. (Por supuesto, lo verifiqué inmediatamente con el Señor para asegurar que no fuera un demonio que la hacía caer—y no lo era.) Lo interesante fue que cuando extendí mis manos para apañarla, ¡parecía no pesar nada! Simplemente la guié para que cayera sobre un sofá. ¡Creo que un ángel la sostenía para que no se lastimara en la caída!

Durante esos momentos la joven experimentó mucha liberación, y noté que la madre también estaba muy impactada. Al preguntarle, me contó que su yerno había estado agrediendo a su hija y abusando de ella. Es más, me dijo que ella misma había sido abusada por su marido. Cuando le informé que acababa de romper una maldición de generaciones, estuvo de acuerdo porque ella también había recibido libertad en lugar de tener temor, y por primera vez podía hablar del asunto con tranquilidad. “Mi mamá,” dijo, “y la mamá de ella también tuvieron esposos que abusaban de ellas.” Entonces agregó con mucha fuerza algo sobre su yerno: “¡Ese hombre ha maltratado tanto a mi hija, que lo odio! ¡Lo maldigo!”

De inmediato tuve que enseñarle que no debemos maldecir a la gente, sino más bien bendecirla. Apenas entró en razón del asunto, se arrepintió con lágrimas y llanto, cambiando así toda la situación y el ambiente. Cuando estaban listas para irse, oré de nuevo por Mamá, quien entonces recibió liberación completa de su pasado. ¡Fue un rato muy lindo!

La clave para que estas dos mujeres recibieran liberación y bendiciones, fue que se arrepintieron ante el Señor y perdonaron a los que las habían maldecido. En cuanto fueron capaces de bendecir a sus esposos, empezaron a fluir en abundancia las bendiciones de Dios sobre ellas. Se sintieron arrolladas por tanta paz, gozo, sanidad y restauración— ¡recibieron el paquete entero! En su obediencia perdonaron a sus maridos y recibieron las bendiciones. ¡Es increíble nuestro Señor, y sumamente misericordioso! Al principio, mientras me contaban sus historias tan dolorosas, lloraba dentro de mí. Pero cuando había terminado todo, ¡yo también estaba listo para danzar por la puerta con ellas y celebrar todas las bendiciones que las estaban arrollando!

El Señor es nuestro Padre y son tremendas las bendiciones que tiene reservadas para sus hijos. Para que Él nos derrame todas sus bendiciones, sólo nos falta abrir las puertas del Cielo con nuestra obediencia, con perdón y con fe.

 

LAS BENDICIONES DE UN PADRE

Vimos en el capítulo tres que Abraham es el padre de nuestra fe y que sus bendiciones nos las transmite si estamos dispuestos a recibirlas. Ahora bien, para seguir con su historia, aquí vienen los nietos de Abraham, hijos únicos de Isaac. Ya ha muerto su abuelo, y su padre actualmente era muy anciano. El primogénito es Esaú, el gemelo que nació unos minutos antes del otro, y los “muchachos” (que en realidad tienen setenta y seis años de edad en ese momento) se pelean por la herencia. Jacob, el otro gemelo, se pone de acuerdo con su madre para asegurar que a él le lleguen las bendiciones de la herencia, en vez de recibirlas su hermano mayor. Aquí vemos el pecado de un padre de familia que ama más a un hijo que al otro, mientras que la madre ama más al que queda, trayendo a la descendencia la maldición de división. Aún hasta el día de hoy entre los hebreos es de suma importancia la bendición del padre hacia su primer hijo.

(Génesis 27:27-29) Y Jacob se acercó, y le besó; y olió Isaac el olor de sus vestidos, y le bendijo, diciendo: Mira, el olor de mi hijo, Como el olor del campo que Jehová ha bendecido;

Dios, pues, te dé del rocío del cielo, Y de las grosuras de la tierra, Y abundancia de trigo y de mosto.

Sírvante pueblos, Y naciones se inclinen a ti; Sé señor de tus hermanos, Y se inclinen ante ti los hijos de tu madre. Malditos los que te maldijeren, Y benditos los que te bendijeren.

Con esta bendición, Jacob obtiene el puesto de jefe de la familia y recibe protección contra las maldiciones de los demás, siendo objeto también de todas las bendiciones de su padre. ¡Estas son palabras muy poderosas! Pero, ¿sabes lo que pasó? Isaac se los pronuncia al hijo equivocado, como resultado de su problema—de que favorece a un hijo sobre el otro.

Les ruego, por favor, a los padres de familia que no tengan un hijo favorito por encima de los demás, porque es un pecado y causa destrucción. Tengo cinco hijos y no hay ninguno que te diría jamás que amo más a uno que a los otros. Es un pecado amar a un hijo más que a los otros y te atrae maldiciones.

Aprendí esta lección de manera muy dura cuando era un niño. Fui abusado, porque mi padre no me quería y a veces era tanto el dolor, que me fugaba a un escondite especial en una colina. Allí me refugiaba al aire libre, disfrutando de los paisajes. Durante el día en la parte norteña de Minnesota podía ver uno toda clase imaginable de formas entre las nubes que pasaban. De noche uno podía levantar el brazo y por poco agarrar las estrellas en la Vía Láctea.

Una noche, por ahí de la medianoche, teniendo yo siete años de edad, me fugué para que mi padre no me viera. La ira de él contra mí dolía tanto que no quería siquiera seguir viviendo. Me tiré boca arriba a ver esas nubes y las estrellas, y me puse a conversar con el Señor. Él me habló, como a menudo conversaba conmigo. Miré hacia el cielo y le dije: “Dios, algún día quiero ser un papá, ¡pero no quiero ser como el que tengo ahora!” Entonces me respondió: “Yo tengo muchos hijos y los amo a todos por igual. Nunca debes favorecer a uno sobre los demás. Cada uno tiene algo que puedes apreciar más—y es importante que lo animes en esos aspectos—pero debes siempre amarlos a todos por igual.”

Jamás se me olvidó la lección. Entonces me dijo algo más, que viene a ser la excusa que doy por actuar como un niño. “¡No se te olvide jamás cómo es ser un niño!” Ahora, en mis años sesenta puedo jugar en el piso con los niños como si tuviera todavía seis años de edad. Los niños son una herencia tremenda.

El problema de Esaú y Jacob surge porque Esaú es el favorito de Papá, y Jacob es el hijo de Mamita. Esto le cobra la vida a Mami y produce todo tipo de destrucción en sus vidas. Es importante ponerle atención a este asunto, porque el hijo equivocado recibe la bendición, gracias al engaño que promueve Mamá. Hay maldiciones que surgen del engaño. El engaño no sirve para nada; para ser bendecido tienes que hacer y decir la verdad. Si vas a recibir la grandeza de las bendiciones del Señor, tienes que decir la verdad.

En esa situación no hubo verdad. ¿Cómo fue que el hijo menor consiguió la bendición? El mayor era muy egoísta, vendiendo su herencia por satisfacer su apetito. Solito se había buscado esta situación, porque tenía maldiciones auto-impuestas. Las maldiciones auto-impuestas—nuestra confesión, las palabras que decimos—son de las que tenemos que librarnos en nuestras vidas. ¿Has escuchado alguna vez la expresión “¡Maldito soy, que haya hecho esto o lo otro!”? Cada vez que oigo decir eso, exclamo: “¡No! ¡No! ¡Seas bendecido!”

Nuestras palabras nos predisponen a tener maldiciones o bendiciones en nuestras vidas. ¿Sabías que en esta tierra los ángeles no tienen autoridad? Pero nuestras palabras les conceden la autoridad, porque somos el polvo de la tierra, “la conexión sucia” de aquí hasta los cielos. Hay dos tipos de ángel: los ángeles celestiales de Dios y los del diablo, quienes cayeron de su posición por haber desobedecido a Dios, y todos escuchan nuestras palabras. Cuando nosotros hablamos tenemos poder, porque tenemos la condición única de que el Espíritu de Dios reside en nosotros. Un día vamos a tener que presentarnos ante un tribunal para responder por todas las palabras vanas y malas que hayamos pronunciado. Cuando hablamos mal de la gente, enviamos contra ellos los demonios, igual que cuando hablamos mal de nosotros mismos, en que decimos cosas como, “nunca voy a poder hacer eso”, o “jamás lo entenderé”.

En el tercer capítulo de su epístola, Santiago, el hermano de Jesucristo, habla muy claramente del poder de la lengua.

(Santiago 3:2-5) Porque todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en palabra, éste es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo.

He aquí nosotros ponemos freno en la boca de los caballos para que nos obedezcan, y dirigimos así todo su cuerpo.

Mirad también las naves; aunque tan grandes, y llevadas de impetuosos vientos, son gobernadas con un muy pequeño timón por donde el que las gobierna quiere.

Así también la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí, ¡cuán grande bosque enciende un pequeño fuego!

Le advierto a cada uno que lo que sale de nuestras bocas es lo que está en el corazón. La lengua es un miembro muy pequeño, pero nos puede bendecir o nos puede maldecir.

(Génesis 27:33) Y se estremeció Isaac grandemente, y dijo: ¿Quién es el que vino aquí, que trajo caza, y me dio, y comí de todo antes que tú vinieses? Yo le bendije, y será bendito.

Era muy importante que Esaú y Jacob recibieran de su padre una bendición en este caso, pero todo se conjugó para el mal y para hacer que cayeran maldiciones sobre la gente. ¡Fue una trampa! Isaac se dio cuenta de que había bendecido al hijo equivocado, pero ya no podía retractarse de las bendiciones que había pronunciado sobre Jacob. ¿Sabías que las bendiciones son irrevocables? ¿…que el único que puede retractar una bendición o revocarla, es el que la haya recibido? Por eso, cuando alguien dice, “Dios te bendiga,” allí queda por toda la eternidad. ¡No la sueltes! ¡Ni mucho menos si lo que se dijo fue “Dios te bendiga, en el nombre del Señor Jesucristo!” Esto es algo poderosísimo. Y lo mismo pasa cuando una persona maldice a otro—si no se revoca, allí queda la maldición para siempre.

(Génesis 27:37) Isaac respondió y dijo a Esaú: He aquí yo le he puesto por señor tuyo, y le he dado por siervos a todos sus hermanos; de trigo y de vino le he provisto; ¿qué, pues, te haré a ti ahora, hijo mío?

La bendición implica que se imparte todo. Cuando el Señor te bendice, te está impartiendo toda su grandeza. Es interesante saber que en la bendición del Padre no se retiene nada. Si no estás recibiendo la bendición de Dios es porque no estás cumpliendo fielmente con lo que te pide, o que no estás obedeciendo, porque el Señor no retiene nada.

(Génesis 27:28) Y Esaú respondió a su padre: ¿No tienes más que una sola bendición, padre mío? Bendíceme también a mí, padre mío. Y alzó Esaú su voz, y lloró.

A Isaac ya no le quedaba nada más que impartir—todo se lo había dado a Jacob. Por eso, cuando alguien me dice ligeramente, “Bendiciones, hermano,” me digo a mí mismo: “Ah, sí, ¡claro!” Es como decir “Felices pascuas,” o “Disculpe”. Es poco más que un saludo—algo que hemos desvirtuado por no reconocer la grandeza de este acto. Y ¿a quién piensas que le debemos esto? ¡…a satanás!

Si de niño has sido víctima de ser favorecido por tus padres, o de no haberlo sido, es importante que los perdones para que la maldición no tenga autoridad sobre ti. Por el otro lado, si eres padre de familia y eres culpable de este pecado, debes arrepentirte ante Dios y luego pedirle a tus hijos que también te perdonen. Además, debes perdonarte a ti mismo.

(Génesis 27:39-40) Entonces Isaac su padre habló y le dijo: He aquí, será tu habitación en grosuras de la tierra, y del rocío de los cielos de arriba;

Y por tu espada vivirás, y a tu hermano servirás; Y sucederá cuando te fortalezcas, Que descargarás su yugo de tu cerviz.

La bendición que le da Isaac a Esaú termina siendo una maldición, porque Isaac no tiene la autoridad para bendecirlo; ya se la ha dado a Jacob. En su intento de darle algo a Esaú, termina literalmente impartiéndole una maldición. Cada vez que uno trata de bendecir a alguien, pero con actitud equivocada, puede uno hacer lo contrario: maldecir a la persona. Pasan unos veinte años antes que estos hermanos se contentan, y eso que no es muy fervoroso el encuentro. Todo empieza con engaños y el hecho de favorecer a un hijo sobre otro. ¡Es increíble!

(Génesis 27:41) Y aborreció Esaú a Jacob por la bendición con que su padre le había bendecido, y dijo en su corazón: Llegarán los días del luto de mi padre, y yo mataré a mi hermano Jacob.

La maldición le abre paso a la maldad. Siendo el papá de Esaú el hombre maravilloso que es, pensaría uno que a su muerte Esaú estaría preocupado y muy dolido. Pero no es así. A Esaú no le importa lo sucedido a su padre, y por el odio que surge en él se dispone a cometer un homicidio. “Apenas terminen de llorar por él, y de que yo haga todo lo tradicional que la iglesia me exige para que después no estén hablando mal de mí, voy a matar a mi hermano.” La falta de perdón causa la muerte, abriéndole el paso a cada vez mayor maldad. En Hollywood producen muchas películas buenas sobre este tema. Proyectan la imagen de que es honorable ser vengativo, ¡pero no lo es, del todo!

Una clave muy importante es que no te olvides de perdonar a los que te maldigan. El perdón es todo—por eso tenemos la responsabilidad de perdonar, sea que la gente lo merezca o no—y cuando perdonamos, disfrutamos de la gracia, la misericordia y el amor de Dios. No cabe duda que alguna gente no merezca el perdón, pero, ¿cuándo lo merecíamos nosotros? Aún así, Dios envió a su único Hijo para morir en la cruz para que tú y yo pudiéramos recibir el perdón. Es sumamente importante que por medio del perdón eliminemos de nuestras vidas las maldiciones. A pesar de que Dios facilitó las cosas para que perdonáramos, para nosotros no es nada fácil. Sin embargo, entre más perdonamos a la gente, más agradecemos lo que Jesucristo hizo por nosotros.

Si tienes algunas áreas de tu vida que no están bajo control, apuesto que tienes encima una maldición. Es más, apuesto que apenas se vaya esa maldición, tu vida cambiará. Esto lo sé de fijo, porque tuve maldiciones en mi propia vida y ni siquiera lo sabía; no comprendía por qué no me salían bien las cosas. Pero apenas se quitaron las maldiciones, sentí una enorme diferencia.

No es mi objetivo que todo mundo se concentre en las maldiciones hasta el punto de tener temor, porque no es esto lo principal. Sí creo que cuando exponemos las trampas del diablo, el diablo pierde su poder—y todos queremos que ya no tenga más dominio en nuestras vidas, ¿no es cierto? El punto más importante de este libro, y de todas las clases que enseño sobre el tema es hacer que el diablo pierda su poder y dominio en la vida tuya y en la mía. Así podremos tocar las vidas de cientos de personas con estas claves sencillas, entonces veremos que el dominio del diablo se romperá más plenamente. Hay tanto que podemos anticipar con gozo cuando obedecemos al Señor. ¡Sus bendiciones sobreabundan y está listo para verterlos sobre nosotros en cualquier momento!

Hace unos cuantos miles de años había un hombre llamado Moisés, quien fue amigo de Dios y su siervo. Fue escogido para sacar de Egipto a los descendientes de Jacob, llamados israelitas por su tátara-abuelo. ¿Sabías por qué Dios le cambió el nombre a Jacob, para que se llamara Israel? Porque el Señor lo transformó de ser un engañador y suplantador, en “un príncipe con Dios”. Puede ser que Jacob haya sido una persona muy maldecida, pero llegó el día en que se arrepintió delante del Señor y le pidió perdón. También le pidió perdón a Esaú, y adivina lo que pasó. Fueron rotas todas esas maldiciones y el Señor lo bendijo con bendiciones tremendas.

Finalmente pudo Moisés conducir a esta gente (unos tres o cuatro millones de personas) a las fronteras de la Tierra Prometida, prometida por el mismo Dios. Allí les dijo que ese mismo día cruzarían el río Jordán y que iban a tener que tomar esa tierra, que tendrían que reclamar aquello que Dios les había prometido. Por otro lado, nosotros también tenemos un ladrón sinvergüenza que nos roba nuestra “tierra” (Juan 10:10), y también tenemos que librar la buena batalla de la fe para obtener las promesas del Señor.

(Deuteronomio 11:26) He aquí yo pongo hoy delante de vosotros la bendición y la maldición:

El Señor le recuerda al pueblo de Israel todos sus mandamientos y le describe las bendiciones que recibirán si lo obedecen a Él.

TE ARREBATARÁN LAS BENDICIONES

(Deuteronomio 28:1) Acontecerá que si oyeres diligente la voz del Señor tu Dios, para poner por obra todos sus mandamientos que yo te mando hoy, también el Señor tu Dios te pondrá en alto sobre todos los gentiles de la tierra.

El Señor nos entrega la responsabilidad, diciendo: “Si oyeres atentamente la voz del Señor tu Dios”. Sólo nosotros podemos hacerlo. Luego Dios nos dice lo que va a hacer: nos va a poner en alto por encima de las naciones. Sin embargo, esto sucederá únicamente SI ponemos de nuestra parte.

Hubo un tiempo en que en los Estados Unidos fuimos muy bendecidos, ¡pero ahora no! ¡Despiértate, América del Norte! ¿Por qué creen que nuestro país está tambaleando? ¡Es porque no obedecimos a la voz de Dios! Estoy hablándoles directamente a los cristianos, porque no es el ejército que mantiene en libertad a la nación—es la obediencia del pueblo de Dios. El ejército es importante, pero es el pueblo de Dios que hace libre su patria. No hicimos caso de los mandamientos de Dios con diligencia, ¡y ahora estamos en un gran lío!

(Deuteronomio 28:2) Y vendrán sobre ti todas estas bendiciones, y te (arrebatarán) alcanzarán, si oyeres la voz de Jehová tu Dios.

¿Sabes qué? ¡Me maravillo de ver a los cristianos corriendo por todo lado en busca de bendiciones! Por otro lado, ¿alguna vez has “derramado lágrimas en tu cerveza” lamentándote de todo lo que te iba mal en tu vida? La clave está en que obedezcas la voz de Dios, porque así las bendiciones te sobrevendrán—no vas a tener que irlas a buscar. ¡Todas las bendiciones te alcanzarán y te arrebatarán!

Cuando estaba en la escuela secundaria me gustaba mucho jugar fútbol americano. Tenía el brazo fuerte y podía correr rápidamente, pero los muchachos más altos siempre trataban de alcanzarme. Y cuando a uno lo alcanzaban, ¡jamás se escapaba uno! ¡Así es como puedes tener tantas bendiciones que no te puedes escapar de ellas!

Al decirle el Señor a Israel que “vendrán sobre ti todas estas bendiciones y te alcanzarán”, era por que ellos eran el pueblo de Dios. Hoy, como cristianos, también somos pueblo de Dios y por eso estas mismas bendiciones nos podrán alcanzar. Hubo un tiempo en que el Señor bendijo a toda una nación, pero ahora bendice al individuo, porque de hecho la nación la componen los individuos. Creo que sólo hay dos naciones con las que obra el Señor directamente en estos días: la nación que se llama el Cuerpo de Cristo y la nación llamada matrimonio, porque el matrimonio cristiano debe ser el ejemplo para el Cuerpo de Cristo y para el mundo de lo que debe ser la relación entre nosotros.

El matrimonio cristiano es el formador de la siguiente generación del Cuerpo de Cristo, y uno de sus beneficios es que detiene la continuación de la brecha entre generaciones. Jamás fue la voluntad de Dios que tuviéramos una separación entre las generaciones. Más bien, esta brecha es el fruto del pecado en nuestros hogares y en nuestras iglesias.

El matrimonio cristiano junto con el Cuerpo de Cristo, incluyendo a los cristianos solteros, son los dos grupos a los cuales se dirige el Señor hoy en día. Ya no trabaja directamente con la nación llamada Israel, como lo hacía en el Antiguo Testamento.

¿Alguna vez te has cuestionado por qué los matrimonios experimentan ataques diabólicos tan fuertes? Como en el caso del Cuerpo de Cristo, estos ataques son crueles, diseñados para impedir que la gente busque al Señor. Son ataques inhumanos y crueles contra los matrimonios para impedir que la Palabra de Dios sea trasplantada en las generaciones posteriores. Hace poco me enteré que en los Estados Unidos ya los matrimonios cristianos se han sobrepasado al cincuenta por ciento en la tasa de divorcios. En contraste, hay mucha bendición cuando el matrimonio, como también el Cuerpo de Cristo, ponen en primer lugar al Señor, entonces Jesucristo puede ser la cabeza de ambos y el fruto puede darse en abundancia.

(Deuteronomio 28:3) Bendito serás tú en la ciudad, y bendito tú en el campo.

El punto no es dónde vivamos, sino si estamos siendo bendecidos. El hecho de no ser bendecidos no tiene nada que ver con dónde vivimos, sino más bien si estamos obedeciendo a Dios.

(Deuteronomio 28:4) Bendito el fruto de tu vientre.

Para que nuestros hijos vuelvan a tener las bendiciones de Dios, es imprescindible que nosotros escuchemos con diligencia la voz del Señor nuestro Dios, y obedezcamos sus mandamientos. El Señor Dios es más grande que los gobiernos civiles y nacionales; es un Rey cuyo nombre es Jesucristo y cuya nación es el Reino de Dios. Esta es la nación eterna, la que no se desmorona, sino más bien se va fortaleciendo cada vez más, y por lo tanto el fruto de tu cuerpo puede recibir bendición.

…y el fruto de tu tierra,

Fíjate en todas las inundaciones que han habido: o tenemos inundaciones o padecemos de sequías, ¡inundación o sequía! Por ejemplo, en el verano de 1998 se inundó el Valle de Red River (río rojo) en el noroeste de Minnesota. Mi cuñado lo sobrevoló y descubrió que ¡se había inundado hasta llegar el río a tener unas cuarenta millas de ancho (64 kilómetros)! Así fue de grave la inundación que cubrió el terreno desde donde estamos hasta la próxima ciudad— ¡que queda de aquí a unas cuarenta millas, o sea, a 64 kilómetros! Sería enorme aún para un lago. Este valle es la canasta de alimentos para los Estados Unidos—tierras repletas de cultivos de papas y de remolacha. Ya no son tierras bendecidas, ¿no es cierto? ¿Y qué me dices del Valle del Río Mississippi? ¡Cada año de por medio se da “la inundación de los quinientos años”!

…y el fruto de tu bestia; la cría de tus vacas, y los rebaños de tus ovejas.

¿Qué pasa con la enfermedad de la vaca loca? Estos eventos no ocurren sin causa ¡y no son de pura casualidad! ¡Las bendiciones de Dios fluyen en abundancia cuando hay obediencia!

(Deuteronomio 28:5) Bendito tu canastillo y tus sobras.

¡Las alacenas rebotando de alimentos! ¿Sabías que hubo una época en que los Estados Unidos contaba con suficiente alimento almacenado para alimentar por dos años a todo el mundo libre? Eso fue en los años de 1950. En ese tiempo el gobierno inventó un programa al que llamaban “Banco de Tierra”, en que te pagaban para no cultivar. ¡Y ahora la gente está preocupada por lo que va a suceder en el 2050!

(Deuteronomio 28:6) Bendito serás en tu entrar, y bendito en tu salir.

Hoy día nadie sabe si viene o se va. Ya no importa si vienes o te vas, porque serás bendecido si obedeces al Señor. ¡Eso es maravilloso! Aunque no sepas por dónde vayas, ¡siempre vas a ser bendecido!

(Deuteronomio 28:7) Entregará el Señor tus enemigos, que se levantaren contra ti, heridos delante ti; por un camino saldrán a ti, y por siete caminos huirán delante de ti.

¡Esto me encanta porque yo antes era un luchador! Si el enemigo tiene que huir por siete caminos, va a tener que partirse en siete pedazos: ¡dos hombres en tres y medio! ¿Qué ventaja va a tener tu enemigo en contra tuya si escuchas y obedeces la voz del Señor tu Dios? No tendrá ninguna ventaja. Sí es posible que nosotros rescatemos a los Estados Unidos—nada tiene que ver con que lo merezcamos o no. Dice el Señor que si nos arrepentimos, Él salvará a la nación.

Siempre nos da la oportunidad de salvar a nuestra nación. Por ejemplo, cuando yo andaba en Ucrania en 1994, nuestros intérpretes me pidieron que a mi regreso a los Estados Unidos le contara cierto asunto al Presidente. Ellos habían pertenecido al gobierno comunista, cuyos líderes habían cambiado de sistema y ya el gobierno no necesitaba más intérpretes, por cuanto quedó sin empleo esta gente. Eran personas que bien sabían de lo que hablaban, con sus doctorados y un inglés excelente, pues su trabajo había sido infiltrar en los Estados Unidos. Se me acercaron y me dijeron, “Rusia no se está desarmando—todavía están construyendo un submarino al mes.” (Sus submarinos nucleares ahora son tan silenciosos que no los podemos detectar.) ¡Y siguen construyéndolos! ¿Para qué?

¿Sabías que ya los líderes de nuestra nación sabían esta información? Ellos mismos están ayudando a hacer caer esta nación, pero no son los políticos los que van a salvar la patria. (Si estoy pisoteando a tus héroes, mejor que cambies de héroes, porque voy a seguirlos pisoteando. ¡Dice la Biblia que puedo pisotear la cabeza del diablo! Podemos hacer que huya nuestro enemigo.)

Con toda franqueza te digo que podemos volcar la situación para que nuestra nación sea bendecida de nuevo. Imagínate lo siguiente: sí podemos cambiar las cosas. Las organizaciones no tienen la solución—simplemente son como cualquier otra iglesia. Pero no es la iglesia la que va a resolver todo; es la gente de la iglesia, los santos de Dios que se unen. ¡Nosotros lo podremos cambiar!

Cuando oramos, Dios a menudo envía sus ángeles a realizar la obra. ¿Has visto alguna vez a un ángel? Lo más exacto que hemos podido calcular es que hay unos 30.000 ángeles por cada santo. ¡Yo uso los míos y algunos de los tuyos que no estés ocupando! ¡Detestan el desempleo! En los Estados Unidos creemos más en los espíritus inmundos que en los ángeles. Sin embargo, son los ángeles los que realmente impresionan, mientras que los espíritus inmundos no son más que una farsa.

Quiero darte un ejemplo de algo que sucedió en Rumanía. En uno de los servicios de la santa cena que celebramos, hicimos un lavado de pies. Esto no es algo religioso. Te voy a decir que si tienes algún problema con alguien y no te llevas bien con él o ella, ¡trata de lavarle sus pies! ¿Por qué crees que Jesucristo tuvo esa experiencia de lavarle los pies a Pedro (descrita en Juan 13:3-12)? Porque le quitó la arrogancia a Pedro. Lo humilló. Fue un momento muy humillante para él. Habíamos estado enseñando en esa ocasión lo que significaba ser digno para recibir la comunión. El “discernir el cuerpo del Señor” no es simplemente imaginarse a Jesucristo recibiendo una paliza por tu sanidad. Tiene que ver con que si yo tengo un problema contigo y siento amargura hacia ti cuando participo de la santa cena, entonces me maldigo yo mismo.

Cuando terminé de hablar, el pastor le dijo a la gente—unas 250 personas—que se arrodillaran y se arrepintieran para que pudiéramos celebrar la santa cena y ¡Chad! en un decir amén, hubo 250 personas de rodillas arrepintiéndose a toda voz. Se oía como si fuera una colmena de abejas, tan linda y productiva. Esto era del Espíritu Santo, porque todos hablaban y se arrepentían cuando, de repente, todos quedaron en silencio.

A medida que esta gente se arrepentía de rodillas, inmediatamente noté que el lugar se llenaba de ángeles. Con cada arrepentido, un ángel se le acercaba tranquilamente y sin ningún esfuerzo agarraba a los demonios. Los diablillos eran flacuchos y no muy altos, distorsionados, torcidos y feos, mordiendo y gruñendo y pateando. Hacían todo por librarse, pero los ángeles los tenían agarrados de sus pantalones en el trasero y por la nuca, y simplemente salían con ellos de la iglesia. Los diablos ya no podían aferrarse a la gente, ¡porque ésta ya se había arrepentido de sus pecados!

Para no ofender a nadie, no le iba a decir a la gente lo que había visto. En eso se vuelve el pastor y me dice, por medio del intérprete: “Tú has recibido una visión para esta iglesia y más te vale contarla.” Entonces se los conté y la fe de ellos fue fortalecida y recibieron mucho ánimo. Normalmente después de una reunión en una iglesia de ese tamaño, habría filas de gente de pie esperando dos y tres horas para ser ministrada. Este día hubo sólo siete personas que llegaron pidiendo oración, ¡cinco de los cuales pedían oración por sus familiares! Todos los demás habían recibido liberación durante la santa cena.

¡Así es el poder del arrepentimiento! Esos ángeles están allí para servirnos y es toda una experiencia verlos trabajar. Tienen un ministerio hacia nosotros en que cuando oramos, ellos salen a completar la obra. Podríamos pedir algo totalmente imposible en nuestras oraciones, porque para el Señor todo es posible. Los ángeles son espíritus servidores enviados por amor de los que son los herederos de la salud, de la salvación (Hebreos 11:14). Son siervos que ejecutan los propósitos de Dios en nuestras vidas. Esa es su responsabilidad. Son los que pueden esparcir tus enemigos por siete caminos. Son los que pueden hacer que submarinos choquen, estallen o lo que sea para impedir a nuestros enemigos. Me refiero a la guerra, que no es nada amistosa. No soy terrorista, aunque si no tuviera a Jesucristo, quizás lo sería, pero no habría bombardeado edificios— ¡habría hecho estallar a la gente! Alabado sea el Señor que no hago esas cosas, pero sí comprendo la realidad de la guerra. Cuando tienes un enemigo, tienes que confrontarlo cara a cara con toda la fuerza. El Señor ha puesto a nuestra disposición una protección siete veces más fuerte y grande que el enemigo que nos acecha.

Desafortunadamente, hay gente que no puede aceptar las bendiciones que Dios les tiene reservadas. Una vez estaba ministrándole salud al pastor asociado de una iglesia pentecostal y él empezó a recibir sanidad. Empezó a tener nuevas partes de su cuerpo, porque le habían quitado todos sus intestinos y sólo le quedaba una bolsa. Sintió que le instalaban órganos nuevos y hasta se lo comentó al pastor principal. Sintió un calor, pero apenas saqué de él un espíritu de enfermedad, me echaron de la iglesia. En este tipo de iglesia no creen que ningún cristiano pueda tener espíritus inmundos, y de repente la doctrina se había transformado en algo más importante que la liberación. A consecuencia, el hombre perdió su sanidad.

(Deuteronomio 28:8) Enviará el Señor contigo la bendición en tus graneros, y en todo aquello en que pusieres tu mano; y te bendecirá en la tierra que el Señor tu Dios te da.

Cuando el Señor ordena algo, no hay quien lo pare. En estos momentos los excedentes de alimentos en los Estados Unidos durarán unas pocas semanas. Si no tienes un poco extra de arroz y frijoles apartados en tu alacena, una emergencia o un imprevisto hará que todo se lo lleven de los estantes en el supermercado. El alimento almacenado en bodegas desaparecería inmediatamente. Esto no lo digo para asustarte. ¡Despierta, América! No es un pecado estar preparado para emergencias. José sacó de Egipto toda la riqueza de esa época y la preparó para el pueblo de Israel.

(Deuteronomio 28:9) Te confirmará el Señor por pueblo suyo santo, como te ha jurado, cuando guardares los mandamientos del Señor tu Dios, y anduvieres en sus caminos.

Si obedecemos los mandamientos del Señor, Él nos afirmará. ¿Sabes lo que significa que Dios te afirme? Podría haber todo un ejército venir en contra tuya, pero no tendrá éxito. ¡Él puede hacer que, así como hace la paloma mensajera, se devuelvan las cabezas nucleares apuntadas hacia nosotros, al lugar de donde venían! No tendremos ningún problema si hacemos lo que Dios quiere de nosotros. Pero si no obedecemos, entonces sí tendremos un problema muy grande.

(Deuteronomio 28:10) Y verán todos los pueblos de la tierra que el nombre del Señor es llamado sobre ti, y te temerán.

Antes, el pueblo de los Estados Unidos de América era un pueblo grandemente bendecido. Otras naciones nos temían, pero hoy en día se burlan de nosotros. A pesar de eso, tenemos autoridad en el nombre del Señor y debemos usarla. Por ejemplo, viajo mucho en aviones y ¿sabes lo que hago cada vez que me monto en uno? Camino por la rampa de abordaje y antes de entrar a la nave, digo: “¡Dios te bendiga, avión, en el nombre del Señor Jesucristo!”, pues hay poder en esa declaración. Una vez le dije a la aeromoza que le contara al piloto lo que yo había hecho. Entonces él se vino a donde yo estaba sentado, me dio la mano y me dijo: “Dios le bendiga, señor. Muchas gracias. Jamás había visto que nadie bendijera este avión.”

Si dices “Dios te bendiga,” debes hacerlo en serio y esperando que se cumpla. Cuando obedeces la voz del Señor tu Dios, tienes autoridad. Cuando yo oro por ti y digo “Dios te bendiga,” ¿sabes lo que pasa? El Señor ordena ángeles y cualquier otra cosa necesaria para obrar a favor de que seas bendecido de Dios. No viene debido a que seamos gran cosa—viene gracias al poder de Jesucristo en nosotros, la esperanza de gloria. Es algo muy real. Y lo mismo sucede cuando tú me dices que Dios me bendiga. Me encantaría ver que esta nación llegara al punto en que todas las naciones de la tierra reconozcan que somos llamados por el nombre del Señor.

(Deuteronomio 28:11) Y te hará el Señor que te sobre el bien, en el fruto de tu vientre, y en el fruto de tu bestia, y en el fruto de tu tierra, sobre la tierra que juró el Señor a tus padres que te había de dar.

Israel era una sociedad agrícola. Pero para nuestra época, podríamos interpretarlo que el Señor bendiga nuestro trabajo y nuestras empresas. Para que en vez de que nuestros hijos sean una generación maldita, puedan ser una generación bendecida y sigan sirviendo al Señor.

(Deuteronomio 28:12) Te abrirá el Señor su buen depósito, el cielo, para dar lluvia a tu tierra en su tiempo, y para bendecir toda obra de tus manos. Y prestarás a muchos gentiles (o paganos), y tú no tomarás prestado.

¡Ves! Si atiendes a la voz del Señor tu Dios, ¡Él lo hará! Se toma para sí esta responsabilidad. En estos momentos los Estados Unidos está tan endeudado que el dólar americano tiene muy poco valor ya en otros países.

Cuando estuvimos en Ámsterdam a nuestro regreso de la India, tuvimos que esperar nueve horas en el aeropuerto para agarrar el vuelo con destino a los Estados Unidos. Mientras esperábamos, habiendo pasado ya doce horas de vuelo, quisimos ir a un restaurante a desayunar algo rico. ¡Cuál no fue nuestra sorpresa que al pasar por distintos lugares, todos cobraban entre $30 y $40 por un desayuno de huevos, salchicha y pan tostado! Se ve que ya es la época de estar pensando en lo que podemos invertir en la obra de Dios antes de que el dólar pierda totalmente su valor—por supuesto, a menos que haya un revés muy grande.

Cuando nuestra nación se basaba en normas piadosas, dábamos prestado y no pedíamos prestado. Ahora nuestra nación está tan endeudada que el terreno agrícola les pertenece a los extranjeros, como también las fábricas, el petróleo y casi todo lo que antes pertenecía a los norteamericanos está ahora en manos de inversores extranjeros.

(Deuteronomio 28:13) Y te pondrá el Señor por cabeza, y no por cola; y estarás encima solamente, y no estarás debajo; cuando obedecieres a los mandamientos del Señor tu Dios, que yo te mando hoy, para que los guardes y cumplas.

¡Me gusta este versículo! Tengo una camiseta en casa que muestra un trineo en Alaska jalado por perros, y la leyenda dice: “El paisaje en Alaska es muy lindo— ¡siempre que seas el perro delantero!” Imagínate lo que tienen que estar viendo los perros segundo y tercero. Al pueblo obediente, el Señor los hace estar a la cabeza ¡y no a la cola!

(Deuteronomio 28:14) Y no te apartes de todas las palabras que yo os mando hoy, ni a diestra ni a siniestra, para ir tras dioses ajenos para servirles.

¡Esto es lo que sucede hoy en los Estados Unidos! Más claro no puede quedar. Tal vez digas, “Bueno, pero estás leyendo del Antiguo Testamento.” Sin embargo, puedo ver cada una de esas situaciones en las epístolas de la iglesia, como también las puedes leer tú. Lo que debemos hacer es obedecer al Señor y arrepentirnos; entonces, sus bendiciones nos alcanzarán.

Apenas Moisés les había hablado a los israelitas acerca de los mandamientos de Dios y las recompensas—o bendiciones—que podrían tener si obedecieran, les dijo inmediatamente lo que ocurriría si desobedecieran. Luego les indicó que hicieran una ceremonia solemne una vez que hubieran cruzado el Río Jordán para entrar a la tierra prometida. El Señor lo ordenó de tal forma que a la gente jamás se le olvidara.

Para eso son las ceremonias. Las bodas las hacemos para que los votos y las fotos y los testigos nos recuerden que les hicimos unas promesas muy solemnes a nuestros maridos o esposas. También es bueno para los niños, porque cuando ven las fotos reconocen que fue un evento mucho más importante que una simple fiesta de cumpleaños.

En ese día el Señor le pidió al pueblo de Israel que la mitad se parara en el Monte Gerizim y clamara en voz alta las bendiciones de Dios. Luego, a la otra mitad de los israelitas les tocó pararse en el Monte Ebal, del otro lado del valle, y gritar en voz alta las maldiciones que Dios da cuando no se obedecen sus mandamientos. ¿Te puedes imaginar cómo habrá sido ese evento? Por un lado, un millón y medio de personas, o quizás dos millones, gritando las bendiciones y allá en la distancia, otro grupo de millón y medio o dos gritando las maldiciones. ¡Qué impresionante! Si hubiera estado yo allí, jamás se me hubiera olvidado ese día. Lo hubiera pensado mucho antes de desobedecer los mandamientos de Dios. ¿No te parece que si nuestros hijos escucharan a unos doscientos de nosotros por un lado del arroyo y otros doscientos contestando, que nos tomarían mucho más en serio? Al Señor le encanta bendecirnos, pero no es uno para ser burlado. Esto lo toma Él muy en serio ¡Será mejor que nosotros también lo tomemos en serio para que el mismo Dios no nos maldiga!

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