Capítulo 10: La maldición auto impuesta

Christian Faith International Ministries

 

CAMBIEMOS LAS MALDICIONES A BENDICIONES

CARL L. FOX

 

Capítulo 10

La maldición auto impuesta

La maldición no puede caer sin causa, ni tampoco es siempre impuesta sobre nosotros por los demás, sea al propio o sea sin ninguna mala intención. La verdad es que pareciera que nos encanta pegarnos un tiro en el pie, o sea, hacernos daño, porque a cada vuelta de esquina tendemos a maldecirnos a nosotros mismos. ¿No te parece extraño? ¡Ya es hora de comprender la gravedad de este asunto!

Muchas veces con nuestras propias palabras nos imponemos maldiciones generacionales. Explicaré. Digamos que haya habido en tu familia una maldición de las generaciones pasadas, transmitida de padre a hijos. Esa maldición podría ser algo como lo siguiente: “¡Todos los varones de la familia tal son un fracaso!” Si tú eres un miembro varón de esa familia, esto te podría dar la sensación de que ya estás condenado a fracasar, y te desesperas. Dices “No voy a tener éxito.” Con esto, ¿sabes lo que estás haciendo? Has tomado una maldición heredada y te la has clavado a ti mismo. Te has impuesto una maldición. Ahora, no sólo opera la maldición generacional por sí sola, sino que además le has dado más fuerza por habértela impuesto tú también.

La siguiente historia en la Biblia es increíble porque tiene varias maldiciones ligadas todas una a la otra, de las cuales ya habíamos mencionado una parte en el capítulo acerca de si Dios maldice o no.

(Génesis 27:11-12) Y Jacob dijo a Rebeca su madre: He aquí, Esaú mi hermano es hombre velloso, y yo lampiño. Quizá me palpará mi padre, y me tendrá por burlador, y traeré sobre mí maldición y no bendición.

Esta fue la respuesta de Jacob cuando su mamá intentaba convencerlo a robarle a Esaú la bendición. El hermano menor entendía algo sobre las maldiciones, y bien conocía que a uno le vendría una maldición si causaba al ciego a desviarse de su camino, o si uno engañaba a éste o a una persona discapacitada. Para ese entonces Isaac era viejito y estaba ciego, sin poder distinguir cuál de los gemelos tenía por delante. Unas maldiciones traen muchas otras, y creo que por eso Jacob temía echarse encima las consecuencias tan intensas de multiplicar maldiciones. Este capítulo del Génesis ilustra muchos tipos de maldición, entre los cuales está el que nuestras propias palabras nos pueden imponer una maldición.

(Génesis 27:13) Y su madre respondió: Hijo mío, sea sobre mí tu maldición; solamente obedece a mi voz y ve y tráemelos.

La misma Rebeca se impuso esa maldición. ¿Cómo se le ocurre hacer eso? ¡Acaba de condenarse a muerte!

¿Cómo nos imponemos maldiciones propias? Si uno tiene miembros de la familia que sean alcohólicos y uno mismo empieza a tomar, ya se ha auto-impuesto una maldición de alcoholismo. A consecuencia, ahora no tiene uno que lidiar sólo con una maldición generacional, sino que también le ha dado a esa maldición el doble de autoridad en su vida. Yo tuve una vida loca hasta casi los treinta años de edad, cuando volví a comunicarme con el Señor. Como resultado, me había impuesto muchas maldiciones y tuve que pedirle a Dios que me perdonara, para poder romperlas todas. Una de las justificaciones que usaba de ser una persona que alzaba tanta bronca era: “Como no voy a vivir mucho más de los cuarenta, ¡en estos años voy a meter cien años de vida!” En realidad, lo que estaba haciendo era imponiéndome una maldición de muerte al confesar la maldición generacional que todos los varones de la familia Fox morían a esa edad, porque les fallaba el corazón. Desde que se me han quitado las maldiciones, el Señor me ha bendecido mucho, porque ya he sobrevivido por muchos años a la mayoría de los hombres en mi familia. Estos años los he pasado viviendo para Él.

También conozco a una muchacha en cuya familia todas las mujeres morían de cáncer del pecho. Así que cuando a ella le salió un pequeño quiste dictaminado por el médico como benigno, ella le pidió al doctor que de una vez le cortara los dos pechos para prevenir el cáncer de pecho. El médico hizo lo que le había pedido y luego— ¡adivina lo que sucedió! A esta joven madre, que se lo había impuesto a sí misma, ¡a los dos años le apareció cáncer del pecho! Las maldiciones no tienen remedio con la cirugía, pues su causa es espiritual y es por la vía espiritual que hay que confrontarlas. No estoy dictando que uno debe o no debe tener cirugía. Ese no es el caso. La joven se arrepintió y decidió que quería que le rompieran las maldiciones y las reemplazaran con bendiciones, por cuanto recibió sanidad total del cáncer. Entonces se aseguró que las maldiciones fueran quitadas de sus tres niñitas y que se colocaran bendiciones en su lugar.

Sólo porque un doctor te dice algo no significa que sea la verdad. Es más, si aceptas un diagnóstico que es falso, tal vez te estés imponiendo una maldición. La ilusión más grande que tengo es poder entrar a un hospital y orar por todo mundo para que salgan sanos todos los pacientes de ese centro. Voy a seguir guardando esa ilusión, porque definitivamente lo quiero hacer. Muchas veces el mismo personal del hospital no quiere que uno entre para orar por la gente. Sin embargo, ¡uno tiene que hacer lo necesario para que se cumpla la tarea! No tenemos por qué depender de nadie fuera de Dios, porque si tomamos la decisión, la autoridad es nuestra para cambiar las cosas. Antes de aceptar como verdad lo que te digan, aunque sea un “profesional” quien te lo haya dicho, confírmalo.

 

LA MALDICIÓN AUTOIMPUESTA POR LOS JUDÍOS

¿Por qué sufrieron tanto los judíos en el holocausto? Ellos mismos se lo impusieron. No estoy contra el pueblo judío, pero ellos se impusieron una maldición por derramamiento de sangre de inocentes, al rogarle a Pilatos que crucificara a Jesucristo. Pilato habría preferido dejar libre a Jesucristo, pero la gente no se lo permitió.

(Mateo 27: 24-25) Viendo Pilato que nada adelantaba, sino que se hacía más alboroto, tomó agua y se lavó las manos delante del pueblo, diciendo: Inocente soy yo de la sangre de este justo; allá vosotros.

Y respondiendo todo el pueblo, dijo: Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos.

Fueron todos los presentes quienes respondieron de esta manera, no sólo los líderes. Una vez, me trató de explicar un judío que “no tengo sobre mí esta maldición, porque fue proclamada sólo por los líderes, los ancianos”.

Entonces le pregunté: — ¿Y qué dice la Biblia? Dice: “Y respondiendo todo el pueblo…”

¿Por cuántas generaciones fue impuesta la maldición? Este pasaje no indica hasta dónde llega el fin de la maldición. Pero tanto el pueblo judío entero, como las personas judías individuales, tienen la misma oportunidad que tenemos nosotros los gentiles, de que Jesucristo sea su salvador. Esta fue una maldición auto impuesta por derramamiento de sangre inocente, que se transformó en una maldición generacional. Todo mundo se pregunta por qué los judíos tuvieron que sufrir tanto en Alemania, sin embargo, el tiempo de Jesucristo si hubieran proclamado algo distinto, la historia de ellos se habría desenvuelto de manera muy diferente. Las palabras pronunciadas tienen un enorme impacto en la vida—con sólo ver que no fue únicamente durante la Segunda Guerra Mundial que sufrieron los judíos de persecución. Ha sido parte integral de toda su historia a través de dos mil y resto de años.

 

MALDICIONES QUE UNA NACIÓN SE IMPONE SOBRE SI MISMA

(Deuteronomio 19:10-12)…para que no sea derramada sangre inocente en medio de la tierra que Jehová tu Dios te da por heredad, y no seas culpado de derramamiento de sangre.

Pero si hubiere alguno que aborreciere a su prójimo y lo acechare, y se levantare contra él y lo hiriere de muerte, y muriere; si huyere a alguna de estas ciudades,

Entonces los ancianos de su ciudad enviarán y lo sacarán de allí, y lo entregarán en mano del vengador de la sangre para que muera.

No sólo es la nación de Israel maldecida por derramar sangre inocente, sino que también el país de los Estados Unidos tiene esa maldición, porque estamos protegiendo al criminal. Las ciudades de refugio de las que se hablan en la Biblia no protegían a los homicidas que asesinaban a sangre fría. Una maldición que está sobre esta nación, y de la que debemos arrepentirnos, es que en vez de hacer sufrir a los criminales, son las víctimas a las que persiguen, sancionan, acusan y destruyen. En cambio, los violadores, los asesinos, los ladrones y los traficantes de drogas andan libres y felices. Los que venden drogas andan traficando con la muerte, y si en tu familia hay quienes trafican con todo eso, ora por ellos. No los justifique, porque no sólo es posible que sean incinerados en el infierno, sino que lo mismo le podría pasar a la gente que se aprovecha de ellos para su propia ganancia.

En la antigüedad, si los ancianos hubieran liberado al hombre que derramó sangre inocente, aunque hubiese huido a una de las ciudades de refugio, siempre tendría que ser condenado. Los ancianos de aquella ciudad habrían traído condenación sobre ésta, y maldiciones. Fue por eso que Dios dio la ley. No es posible rehabilitar el pecado, por cuanto los criminales no necesitan protección.

Tenemos que atender al problema básico a la raíz de esta nación de los Estados Unidos de América, que es la negación de todo lo que es de Dios. Lo único que se puede hacer—y es la única solución—es dejar de justificar el homicidio y la violación. No importa que vivamos en un periodo de gracia; siempre tenemos maldiciones impuestas sobre nosotros como nación, porque dejamos ir libres a los delincuentes. Y no basta con sólo eso, sino que se les da libertad condicional ¡para que vuelvan vez tras vez a repetir el mismo crimen!

Olvidémonos de estar creyendo que está bien que la gente trafique en drogas y otras cosas similares. Seamos honestos respecto a lo que verdaderamente son esas personas: son el aliento de satanás y si no se arrepienten, están desperdiciando nuestro aire, nuestro ambiente. Si nosotros como nación tomáramos una posición firme en contra de la maldad, ¿adivina qué pasaría con el mal? Por lo menos se desvanecería un poco, ¿no es cierto?

En los Estados Unidos no importa que los homicidas salgan libres. Les dan la libertad por un detalle técnico, ya sea que no les preguntaron lo indicado, o que sean de cierta raza—y se salvan. Hoy en día se está hablando de tener cuotas para el castigo por silla eléctrica. O sea, que no puede haber más de cierto número de personas de cada raza enviado a la silla eléctrica, según el porcentaje nacional de cada grupo en este país. ¿Y qué tiene que ver esto con el pecado? Es algo muy triste. El pecado es enemigo de todos nosotros, incluso es enemigo de nuestro Dios. Estas son las faltas de las que nos tenemos que arrepentir para que se salve esta nación.

(Deuteronomio 19:13) No le compadecerás; y quitarás de Israel la sangre inocente, y te irá bien.

Aquí tenemos que poner nuestras barbas en remojo, porque la destrucción final y total de Israel en el año 70 AD. fue el cumplimiento de lo que le hicieron a Jesucristo, cuando gritaba de alegría la multitud que vio derramarse su sangre inocente. Decían: “¡Crucifíquenlo, crucifíquenlo!” ¡Liberen al malvado y maten al inocente! Y esto es exactamente lo mismo que sucede en nuestra patria hoy en día.

Además, hay un clamor que sube hasta el cielo, hasta el Señor Dios mismo, y es la sangre de cuarenta millones de bebés que han sido asesinados. Aparte de la inocencia que obtenemos gracias al nuevo nacimiento, no hay nada más inocente que la sangre de un bebé que todavía está acurrucado en su camita de agua, llamada el vientre. Al bebé no se le debe violar dentro del vientre y debemos arrepentirnos. Dejemos de justificarnos, porque es un asunto muy grave al que nos debemos encarar y del que nos debemos arrepentir.

Estas son maldiciones muy fuertes y el castigo de no arrepentirnos es la muerte, y es más probable que sea antes que más tarde. Tal vez te parezca que en nuestra época estas cosas no se aplican, pero yo sólo te puedo decir que he visto a cientos de personas liberadas de la enfermedad, de la pobreza, de padecimientos mentales, de demasiadas otras afecciones malignas. Apenas se rompen las maldiciones, se nota un cambio dramático; ¡es casi inmediato!

No debemos de tomar a lo ligero lo que nos dice el Señor en el Antiguo Testamento. Hay un dicho que va así: “El Antiguo Testamento queda revelado en el Nuevo, y el Nuevo Testamento queda escondido en el Antiguo.” La Biblia entera habla del mismo tema: de la salvación que viene del único y verdadero Dios. Él siempre fue, Él es y Él siempre será el mismo. Dios nos abrió un camino por medio del cual podremos ser libres de las maldiciones que están sobre nosotros. Ese camino es la salvación que vino por medio del Señor Jesucristo, el unigénito Hijo de Dios, el Mesías, y vale para todas las personas desde Adán, hasta nuestros hijos, nuestros nietos, y los descendientes de nuestros hijos. Para nuestro bien, Jesucristo tomó sobre sí mismo la maldición del pecado, que fue la muerte.

(Isaías 53:5-6) Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros.

Es algo muy poderoso que la gente se vuelva hacia el Señor y se deshaga de sus maldiciones, recibiendo en su lugar bendiciones. Son tan tremendas las lágrimas de gozo y de arrepentimiento que el mismo Hollywood jamás podría representarlas en la pantalla. Estas maldiciones pasan por muchas generaciones. Por ejemplo, la maldición sobre Israel todavía está vigente, pues todavía se les persigue. Pero para los judíos que se arrepienten es otro cantar—se han quitado las maldiciones y ya no son perseguidos. Es una alegría estar con judíos mesiánicos, porque saben alabar al Señor. Han encontrado a su Mesías, y se han arrepentido de los errores de sus antepasados.

Las maldiciones auto impuestas allí siguen y siguen, hasta que tomemos la decisión de pararlas en seco. Tenemos que arrepentirnos y pedirle a Dios que nos ayude y que nos dé bendiciones en vez de maldiciones. Hasta no llegar el fin de este mundo que hoy conocemos, y hasta no ver totalmente destruido a satanás, siempre va a ser necesario el arrepentimiento. Dice la Biblia en Apocalipsis 22:3 que después de estos tiempos “No habrá más maldición; y el trono de Dios y del Cordero estará en ella, y sus siervos le servirán.”

¡Alabado sea el Señor Dios por ofrecernos la opción del arrepentimiento!

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