Christian Faith International Ministries
CAMBIEMOS LAS MALDICIONES A BENDICIONES
CARL L. FOX
Capítulo 11
La maldición de la pobreza
¿Cuál es la maldición de la pobreza y cuál es su causa? En Hageo capítulo 1 se dice del pueblo de Dios que tenía culpa por habitar en casas grandes y bonitas, dejando que el templo de Dios estuviera en ruinas. Y ahora, en nuestra época, el templo es el Cuerpo de Cristo y aún seguimos con la culpa de no cuidar de ese templo.
(Hageo 1:6) Sembráis mucho, y recogéis poco; coméis, y no os saciáis; bebéis, y no quedáis satisfechos; os vestís, y no os calentáis; y el que trabaja a jornal recibe su jornal en saco roto.
Aquí en los Estados Unidos tenemos dichos como: “Debo mucho, debo mucho, y por eso trabajo mucho”, o “Ya gasté mi salario, pero me quedan demasiados días de la semana”. Nuestra pobreza siempre nos parece ser culpa de otros. Pero no es eso lo que dice la palabra de Dios. A ver si vamos a creer nuestros sentimientos, o vamos a creer lo que nos dice el Señor.
Es interesante la manera en que el Señor presenta el contexto del diezmo. Sabía que íbamos a ser tacaños, por cuanto nos recuerda que Él es el Señor y que no cambia.
(Malaquías 3:6) Porque yo Jehová no cambio; por esto, hijos de Jacob, no habéis sido consumidos.
Nosotros también somos hijos de Jacob. La prueba está en que Abraham es nuestro padre de fe y queremos tener sus bendiciones, por cuanto es obvio que somos hijos de Jacob.
(Malaquías 3:7) Desde los días de vuestros padres os habéis apartado de las leyes, y no las guardasteis. Volveos a mí, y yo me volveré a vosotros, ha dicho Jehová de los ejércitos. Mas dijisteis; ¿En qué hemos de volvernos?
No debemos apartarnos de las leyes de Dios. Pero si hemos hecho tales cosas, debemos regresar a Él y entonces no tendremos que correr por todo lado para encontrarlo y recibir sus bendiciones. Él volverá hacia nosotros.
(Malaquías 3:8) ¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me habéis robado. Y dijisteis: ¿En qué te hemos robado? En vuestros diezmos y ofrendas.
La palabra diezmo simplemente significa la décima parte, y dar una ofrenda significa pasar del diez por ciento para arriba. El profeta Jeremías dijo, “Maldito el hombre que confía en el hombre”, sin embargo vemos que el primer fruto de nuestro sueldo se lo cobra el gobierno en impuestos. Muchos creen que están diezmando cuando dan un décimo de lo que reciban en la mano y se traen a la casa. Si deseamos quedar libres de la pobreza, vamos a tener que dar la décima parte de todo nuestro ingreso.
(Malaquías 3:9) Malditos sois con maldición, porque vosotros, la nación toda, me habéis robado.
¿Crees que la maldición mencionada en este versículo viene de satanás? Si pudiera bendecirte satanás, sólo lo haría si tú le robaras a Dios. Por eso es muy claro que esta maldición viene de Dios y nos la imponemos por guardar para nosotros las primicias que a Él le pertenecen.
(Malaquías 3:10) Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde.
El Señor nos da en un sólo giro tanto la porción nuestra como la de Él, para que podamos probarlo y ver su abundancia, o para retener el diez por ciento que a Él le corresponde y vivir en la pobreza. Esa es nuestra opción. La maldición de la pobreza es un arma de dos filos. Por un lado es un tipo de idolatría en que amamos el dinero más que lo que amamos al Señor. No le mostramos nuestro aprecio al dar dinero, y en cuanto es una forma de idolatrar, la idolatría trae consigo sus maldiciones. Por eso la pobreza y la idolatría van mano a mano. Sólo falta observar las naciones donde existe la miseria más grande y la pobreza; hay muchos ídolos y pocos cristianos.
(Malaquías 3:11-12) Reprenderé también por vosotros al devorador, y no os destruirá el fruto de la tierra, ni vuestra vid en el campo será estéril, dice Jehová de los ejércitos. Y todas las naciones os dirán bienaventurados; porque seréis tierra deseable, dice Jehová de los ejércitos.
En los Estados Unidos tenemos sequías, inundaciones, pérdida de cultivos y desastres. Hubo un tiempo en que todo el mundo sabía que éramos una nación cristiana y nos temían. Hoy en día no estamos viendo las bendiciones que hubo en el pasado. No tenemos la abundancia de alimento, ni el respeto del mundo. En el versículo 7 dice: “Volveos a mí, y yo volveré a vosotros.” ¡Despiértate, iglesia de Dios! Tenemos que arrepentirnos y volver a ser una nación que se levante debido a las bendiciones de Dios. Con razón no luchamos por conseguir que nuestros hijos continúen en la iglesia. Ni siquiera volvemos a invertir con el Señor lo que es de Él. Así que si no le confiamos nuestro dinero, mucho menos le confiaremos nuestros hijos, lo cual podría causarles que pasen una eternidad en el infierno.