Capítulo 5: ¿Será que Dios también maldice?

Christian Faith International Ministries

CAMBIEMOS LAS MALDICIONES A BENDICIONES

CARL L. FOX

 

Capítulo 5

¿Será que Dios también maldice?

Una noche enseñaba en una iglesia donde no creían que la gente realmente caía bajo el poder del Espíritu Santo. Ahora bien, no soy de tirar al suelo las personas cuando estoy orando por ellas, como he visto en el caso de algunos predicadores. Es más, acostumbraba sostenerlas para que no cayeran, hasta lastimándome la espalda en el proceso. Como no quiero ofender a nadie, siempre tengo mucho cuidado con la gente a la hora de orar por ella. Lo único que hago es asegurarme que no es un diablo que los tira al suelo. El poder no está en la manifestación del Espíritu de Dios, sino en el nombre del Señor Jesucristo.

Apenas terminé la enseñanza, le indiqué al grupo presente que si querían que orara por ellos, que pasaran adelante. Una muchacha casi que corrió donde nosotros y entonces oramos por ella. ¡Pum!—cayó inmediatamente al suelo. No hubiéramos podido sostenerla aunque quisiéramos haberlo hecho. Así que puse un ángel a su lado y dije, “¿Quién sigue?” Pero nadie llegó pidiendo oración, porque ese grupo era de los que pensaban que si alguien caía bajo el Espíritu era un diablo. Entonces les dije: “Está bien. Me están dando un día fácil, porque normalmente tengo que quedarme horas. Muchas gracias. Dios les bendiga. Hasta luego.”

Me tomé el tiempo para empacar todo y luego les dije: “Si es de Dios, el fruto será bueno.” Seguí empacando con toda la calma y nadie decía nada, ni venía pidiendo oración. En eso, la muchacha—quien era retardada mental—empezó a reírse. ¡La risa fue tan contagiosa, fluyendo desde lo más profundo de su ser como si algo se estuviera soltando! No tardó mucho en que todo mundo empezó a reír, hasta un bebé de 5 meses en los regazos de su madre. La joven retardada quedó tendida en la alfombra, ¡riéndose a todo dar por unos cuarenta y cinco minutos!

La iglesia entera se reía con ella, y les comenté: “¿Habrá alguien en este salón que no sienta el gozo, a quien le falte el buen fruto?” Todo mundo se liberó de sus inhibiciones y empezaron a venir en busca de oración. Mientras tanto, al cabo de los cuarenta y cinco minutos, la muchacha retardada se levantó con una mente totalmente sana. Habían sido removidas las maldiciones en su vida.

¡Como puedes ver, no hay límites a lo que puede hacer el Señor! Nosotros somos los que limitamos a Dios. Pude observar que entre ella y el Señor se estaba dando una comunicación, por lo que me quité del camino. No quise entrometerme en el asunto. ¿Será que ella había sido maldita por Dios? ¿Qué tipo de maldiciones tenía en su vida?

 

LO QUE PROVOCA LAS MALDICIONES DE DIOS

En este capítulo vamos a ver diferentes acciones nuestras que provocan al Señor a maldecir. Sí, Dios sí maldice, y no es blasfemia decirlo. El problema es que todos sabemos más que Dios. Mira lo que dice por medio del profeta.

(Malaquías 2:2) Si no oyereis, y si no acordaréis de corazón dar gloria a mi nombre, ha dicho Jehová Dios de los ejércitos, enviaré maldición sobre vosotros, y maldeciré vuestras bendiciones; y aun las he maldecido, porque no lo ponéis en vuestro corazón.

Una fuente de maldiciones viene de palabras que se dice sin querer. El Señor no juega con nosotros, ni tampoco podemos simplemente jugar de iglesita. Si oímos la voz del Señor y no la obedecemos ni le damos gloria a Él, cada vez que decimos “Dios te bendiga,” estamos maldiciendo a esa persona. Piénsalo bien. ¿Qué pasa cuando te bendice una persona quien tú sabes no está honrando a Dios en su vida? Ten mucho cuidado, porque de acuerdo a Malaquías 2:2, más bien te está maldiciendo. Esta la podríamos llamar una maldición por el clero.

¿Sabías que los miembros del clero te pueden maldecir? Muchas veces cuando no crees de la misma manera que ellos creen, se enojan y te dicen que estás escuchando a satanás antes que a Dios. ¿Qué de un predicador que es homosexual o adúltero y oficia la boda de una joven pareja? Pronuncia una “bendición” sobre los dos, pero dice el Señor que en realidad los está maldiciendo. Si te ha pasado esto, te recomiendo que lo (o, la) perdones, que rompas la maldición y le pidas a Dios que en su lugar ponga bendiciones.

Por otro lado está el caso de los religiosos que se endiosan por lo que están haciendo y reciben para sí mismos la gloria que realmente le pertenece al Señor. Esta gente es maldita por Dios, y por estas razones no permito que mucha gente ore por mí.

Primero escuchamos y luego lo tomamos a pecho, en serio. Solamente así podremos darle la gloria al Señor, que es otra razón por la cual el Señor maldice al hombre: cuando no le da la gloria a Dios y lo sustituye con ídolos e imágenes.

(Deuteronomio 27:15) Maldito el hombre que hiciere escultura o imagen de fundición, abominación a Jehová, obra de mano de artífice, y la pusiere en oculto. Y todo el pueblo responderá y dirá: Amén.

Donde yo vivía antes, en la parte central de Nuevo México, por todo lado había estatuas malditas. Exactamente donde estaba mi casa había existido por muchos años una Iglesia Católica Romana construida en los años 1540. La calle formaba parte del antiguo Camino Real, la carretera más antigua de los Estados Unidos. La gente blanca se estableció en Nuevo México mucho antes que cualquiera de los peregrinos que llegaron a las costas de este continente. Vinieron a saquear y a llevarse la riqueza de este lugar, de paso trayendo muchas imágenes de fundición. Por supuesto que los indígenas ya tenían muchas propias, a las que agregaron estas nuevas y las mezclaron en un caldo de ídolos.

No sólo las estatuas pequeñas son ídolos. El empleo de la persona puede ser su ídolo; por otro lado, una persona podrá decir que “no voy a cambiar—así soy y así me quedaré.” La propiedad podría llegar a ser un ídolo. De todo hay entre los ídolos, y los dioses falsos definitivamente nos traen maldiciones a nuestras vidas. Cuando la Biblia dice “Haz esto,” la gente debe hacerlo aun cuando no le dé la gana, pues el Señor puede empezar a cambiar su corazón.

Yo creo que la bandera de los Estados Unidos se ha convertido en un ídolo. A pesar de que amo a mi patria, los Estados Unidos de América, y a su bandera, nuestra alianza debe ser con Dios y no con un símbolo. Es una imagen adorada por mucha gente en este país, lo que termina siendo idolatría. Es idolatría lo que dicen los niños todos los días en la escuela: “Juro fidelidad a la bandera de los Estados Unidos…” Juran que su alianza es tanto con la bandera como con el país.

Perdóname, pero mi única alianza es con el Señor Dios Todopoderoso y no creo en cantar cantos a la bandera y hacerle juramentos. ¿Por qué? Porque dice el Señor que no debemos tener imágenes. ¿Sabes qué decía originalmente el juramento a la bandera cuando se instaló en las escuelas públicas? Tenía las mismas expresiones de hoy en día, pero no fue sino hasta mucho después que se agregó “una nación bajo Dios”, nada más para satisfacer a los cristianos. Fue una componenda que se hizo con ellos, pero a los pocos años se prohibió la oración en las escuelas públicas y ahora, en muchos lugares, también se ha eliminado del juramento la frase “una nación bajo Dios”.

A la obra de manos del artesano mucha gente la ha calificado de “arte” para justificar así el tener ídolos. Pero lo que llamamos arte, en realidad es escultura o imágenes fundidas que contaminan nuestros hogares y nuestras iglesias. En un capítulo próximo hablaremos más sobre los objetos maldecidos.

(Deuteronomio 27:16) Maldito el que deshonrare a su padre o a su madre. Y dirá todo el pueblo: Amén.

Dice la palabra de Dios que debemos tratar con respeto a nuestros padres. En Efesios 6 dice “Honra a tu padre y a tu madre”, y si no lo haces quedas maldecido. No me importa cuan malos sean tus padres—la Biblia dice “Hónralos”. No es asunto tuyo juzgarlos, sino más bien debes respetarlos. El no darles respeto es causa de ser maldecido por Dios.

Vivimos en una generación tan maldita y una de las razones por ello es que los padres de nuestra época se han alejado mucho de Dios y de las cosas de Dios. No han orado ni le han dado gracias a Dios por los alimentos; ni siquiera han comido juntos como familia, ni han orado en conjunto, ni luchado por hacer lo que es correcto. Han permitido que la televisión sea la niñera de sus hijos. Como no le han enseñado a sus hijos respecto al sexo, y sobre lo que es correcto y honorable, entonces las escuelas se han dedicado a enseñarles. Pero la escuela pública no ha enseñado abstinencia, sino más bien ha promovido el control de la natalidad y el “sexo resguardado”. Muchas veces los padres no tienen el derecho de saber que sus hijas están teniendo un aborto. La razón espiritual de tales acciones por parte de las escuelas es porque los padres no quisieron hacer las cosas de Dios, y perdieron sus derechos como padres. Los padres no siempre tienen la razón, pero los niños deben honrarlos a pesar de esto.

Ustedes, las mamás y los papás, ¿saben lo que se les enseña a nuestros hijos en las escuelas públicas? Un día llegó una gente a la iglesia que yo pastoreaba y estaban muy molestos. Me trajeron una hoja de examen de su hijo en el cuarto grado, y una de las preguntas era: “¿Qué piensa tu papá de la homosexualidad?” Cuando ese pequeñito, obedeciendo a la maestra y diciéndole la verdad, dijo que a su papá no le gustaba, la maestra lo maldijo. A raíz de eso, se anotaron en el expediente del niño los valores de la familia. Como ves, los gobiernos impíos quieren que el cristianismo sea ilegal.

Personalmente, yo esperaría que los cristianos fueran tan valerosos dentro de sus comunidades como para que fueran plenamente identificados ¡aun sin necesidad de que nadie interrogue a nadie! Espero que haya suficientes pruebas en tu contra para que seas arrestado, porque Jesucristo siempre te sacará. De ser necesario, vas a tener terremotos en la cárcel para librarte.

Padres, si no están enseñándoles a sus hijos a respetarlos a ustedes, los están colocando en la posición de ser malditos ellos y sus generaciones siguientes. Tómenlo en serio, porque esto no pone a los Estados Unidos en muy buena luz.

(Deuteronomio 27:17) Maldito el que redujere el límite de su prójimo. Y dirá todo el pueblo: Amén.

Quitar los linderos o marcadores de límites es estafa, robo y hurto. Anteriormente en Israel se marcaban los límites de la propiedad con un montón de rocas en cada esquina. Pero cuando se ausentaba el vecino por un tiempo, uno podría correr el montón de rocas para ganarse unos cuantos metros de terreno—pero también quedaría uno maldecido por este acto. Eso es robar tierras ajenas. En esa época era asunto de mucho impacto porque la tierra era una herencia dada por el Señor.

Aún en nuestro día estafar y hurtar tiene un impacto importante. Podría uno decir: “¡Qué importa, ni se van a dar cuenta!” Si alguien, sin darse cuenta, te da un vuelto de cinco dólares por demás, te digo que vas a ser bendecido si eres honesto y le devuelves los cinco dólares. ¿Qué tal cuando uno dice una mentira acerca de un compañero de trabajo para que le den a uno el puesto de él, por ser uno quien sigue en orden de nombramiento? Este tipo de ofensa es el que le impone a uno las maldiciones de Dios.

En 1967 la nación de Israel se declaró en guerra con sus vecinos y Dios les devolvió sus tierras mediante unos milagros increíbles. Sus enemigos tenían ejércitos mucho más numerosos que el de ellos, estaban mucho mejor armados de equipo más sofisticado—en fin, los israelíes estaban en enorme desventaja con ellos. Sin embargo, en cosa de seis días el Señor les dio una tremenda victoria y les restauró todas las tierras que les habían quitado. Pero, ¡vaya a ver lo que está sucediendo ahora, en el 2007! (Y ya lo estaban haciendo cuando escribí este libro en 1999.) Están en negociaciones con el enemigo para devolver esas tierras. A mi modo de pensar, creo que es un ejemplo de “reducir el límite de su prójimo”, por cuanto Israel y todas las naciones involucradas en esto se están exponiendo a ser maldecidos por Dios.

(Deuteronomio 27:18) Maldito el que hiciere errar al ciego en el camino. Y dirá todo el pueblo: Amén.

Es mejor que jamás estorbemos el camino de la persona con incapacidades o de un niño cuando está buscando al Señor. Esta es una ofensa grave que le impone a uno maldiciones directamente de la mano de Dios. Él tiene un lugar muy tierno en su corazón por las personas impedidas y por los pequeñitos, lo que le hace bendecir a los que los bendigan y maldecir a los que los maldigan. Cuando era niño aprendimos a contar chistes de la gente con labio leporino, que nacieron sin paladar en la boca y no podían pronunciar claramente. Nos reíamos de ellos, y nos estábamos imponiendo maldiciones. ¿Cómo crees que se sentía esa gente?

Este versículo en Deuteronomio 27 habla de los ciegos acostumbrados a caminar y que saben cuántos pasos deben tomar. Pero cuando alguno corre un objeto al propio para que caigan, todo mundo se ríe. Además, en este versículo está la idea de no querer tener nada que ver con alguien porque es un poco raro, porque tiembla o tiene contracciones debido a su discapacidad física. No te relaciones nunca con esa gente que se burla de los menos afortunados y los ridiculizan. Aguanta las maldiciones de éstos y recibe la bendición de Dios para los que protegen a los indeseables.

¿Sabes por dónde andaba el Señor Jesucristo? ¿Crees que se paseaba donde había alfombrado rojo y asientos lujosos de cuero? Pasaba derecho a otro lado si no encontraba allí el amor de Dios, y llegaba al bar y restaurante más cercano, donde sí lo necesitaban. Allá podía sacarlos de ese ambiente. ¡Hoy día iría a los asilos de locos! Pienso que por eso Jesucristo era bendecido—porque siempre estaba cumpliendo la voluntad de su Padre y no causaba que perdieran su camino los ciegos. Más bien, los sanaba.

(Deuteronomio 27:19) Maldito el que pervirtiere el derecho del extranjero, del huérfano y de la viuda. Y dirá todo el pueblo: Amén.

Un día vi pasar en patrulla a un policía que atravesó en rojo, chocó contra otro auto y luego prendió sus luces. Alguien se le acercó y le dijo, “Bueno, para usted el semáforo estaba en verde.” Había prendido sus luces para aparentar que había llegado por la emergencia, haciendo entonces que el inocente quedara culpable. En eso corrí a decirle, “¡Yo vi lo que pasó!” Si hubiera sucedido al revés, igual lo hubiera hecho porque no creo en la manipulación y la mentira, y no quiero ser maldecido.

El darle la espalda al necesitado es quizás la forma más común de pervertir el derecho. En cuanto al hombre sentado en una esquina pidiendo dinero, la gente dice: “Ay, lo traen aquí en un Mercedes por la madrugada para que no lo vean. ¡Mentira que necesita ayuda!” ¿Has escuchado ese comentario alguna vez? Cuando veas a un pobre mendigo, ¿por qué no preguntarle al Señor si lo debes ayudar? Me tocó vivir en el suroeste de los Estados Unidos, donde hay muchos mendigos. Algunos se lo merecen, y quizás aún algunos merecen ir a la cárcel por ser violadores y homicidas en fuga. Pero no soy yo el juez, y si el Señor me dice que los ayude y no obedezco inmediatamente, entonces tengo que darle vuelta a mi auto y regresar al sitio. A veces quizás no escuche al Señor, pero la gente tiene necesidades y sí tenemos que ayudarle.

(Deuteronomio 27:20) Maldito el que se acostare con la mujer de su padre, por cuanto descubrió el regazo de su padre. Y dirá todo el pueblo: Amén.

Esto se llama incesto. Tal vez no sea la madre de uno—quizás sea la madrastra, pero siempre sigue siendo incesto. Este acto siempre trae consigo maldiciones que seguirán por generaciones de generaciones. Sé que es cierto porque hace poco el Señor me indicó que quitara en el nombre de Jesucristo una maldición que tenía ya dieciocho generaciones de operar desde que hubo incesto. ¡Es bárbaro! ¡Por algo quiere el diablo que la gente lo haga!

(Deuteronomio 27:21) Maldito el que tuviere parte con cualquiera bestia. Y dirá todo el pueblo: Amén.

¿Sabías que los que practican la magia negra también tienen relaciones sexuales con los animales? Una vez que sacrifican al animal, y después de identificar dónde viven los cristianos, toman la sangre y la pasan por los buzones de correo para maldecir sus comunicaciones. Me han llamado varias personas para pedirme consejo sobre qué hacer en esa situación. En primer lugar, simplemente lavalo con agua y jabón y luego úntelo con aceite, y ora. El enemigo es muy sincero. ¿Sabes lo que pasa? No puedes darte el lujo de andar más en fornicaciones, adulterios y pornografía, porque el diablo va a ser echado muy pronto y es capaz que a ti te lleve consigo. No es tu amigo. Quiere verte muerto.

(Deuteronomio 27:22) Maldito el que se acostare con su hermana, hija de su padre, o hija de su madre. Y dirá todo el pueblo: Amén.

Otra vez, aquí se habla del incesto. Lo que hacemos en nuestra sociedad es decir, “En todo caso, podemos abortar el feto.” Eso causa una maldición de sangre inocente contra ti. Estos preceptos son muy serios. Traen maldiciones de Dios Mismo.

(Deuteronomio 27:23) Maldito el que se acostare con su suegra. Y dirá todo el pueblo: Amén.

La mayoría de los hombres no se llevan bien con su suegra, pero hacer esto—o sea, tener relaciones sexuales con ella—es incesto.

(Deuteronomio 27:24) Maldito el que hiriere a su prójimo ocultamente. Y dirá todo el pueblo: Amén.

Este versículo tiene que ver con golpear, pegar, causar daño o cualquier otro acto malo en secreto contra su prójimo. No debes confabular para hacerle algún daño a tu vecino. ¿Quiénes son tus vecinos? Todos los que encuentras en tu alrededor son tus vecinos, y es la gente con quien tienes la mejor oportunidad de bendecirlos y presentarles al Señor Jesucristo.

Esto también se refiere a aprovecharse de tu vecino (como en el caso de correrle los linderos), incluyendo todo tipo de cosas engañosas. El mero hecho de manipular a tu vecino y aprovecharse de él, te echa encima una maldición. Algo que a veces veo que le pasa a la gente quienes abren sus casas para estudio bíblico y oración, es que se corre todo tipo de chisme por el vecindario para difamarlos. La gente que hace esto en realidad está imponiendo sobre sí mismos la maldición. Como advertencia para los que reciben en sus casas a quienes van a alabar al Señor, asegúrense de orar por la protección de sus hogares. El diablo hace las cosas en serio, ¡pero nosotros también!

(Deuteronomio 27:25) Maldito el que recibiere soborno para quitar la vida al inocente. Y dirá todo el pueblo: Amén.

Por supuesto que esto se refiere a los asesinos con sueldo, pero no son sólo esos tipos de la mafia que lo hacen ahora. Hemos visto a jóvenes hacerlo por otros que quieren deshacerse de sus padres, o como rito de transición en alguna secta satánica. Esta gente se va a ver en grandes líos, no sólo con la ley sino también con Dios.

El versículo también incluye al que toma un soborno para condenar a otro con su testimonio. “Sí, yo puedo mentir en el tribunal. Diré que no tenía luces de frenos”, en el caso de alguien que choca por detrás a otro auto. Hacer eso es imponerse maldiciones y lo triste de las maldiciones es que no paran sólo contigo, a menos que no tengas generaciones siguientes. Además, no tener generaciones para seguirte también es una maldición.

(Deuteronomio 27:26) Maldito el que no confirmare las palabras de esta ley para hacerlas. Y dirá todo el pueblo: Amén.

El objetivo de la ley era prevenir que la gente cayera bajo maldiciones. De igual modo, se extiende la gracia y no es una excusa para hacer el mal. ¿Sabes la solución que ofrecía la ley cuando uno hacía algo que imponía una maldición? La muerte. Entonces no tendrías generaciones que te siguieran. El asunto es que Jesucristo todavía no había sido colgado en un palo. Hoy día la solución para deshacerse de una maldición también es la muerte, pero es la muerte de Jesucristo. Pagó una terrible deuda que Él no se mereció. No lo mereció del todo y lo hizo para que tú y yo pudiéramos tener una vida purificada y pudiéramos estar agradecidos. Lo más importante todavía es que la única diferencia entre uno y la gente de los tiempos de Deuteronomio es que uno ha sido comprado por la sangre de Jesucristo. Fue necesario que su sangre se derramara para poder vencer el pecado. ¡Fue la sangre de Jesucristo, y no la de toros y cabras del Antiguo Testamento! ¡Qué te parece.

No tengo la costumbre de promover el que la gente tenga tanto miedo de quedar rezagada cuando venga Jesucristo por su pueblo, ni acostumbro hacer cosas semejantes para que dejen de pecar. Lo que promuevo es que tu relación de amor con Dios y con Jesucristo sea tan grande que esa sea tu razón de no pecar, y no por las consecuencias que puedas sufrir. ¿Qué tal si tu razón de no pecar es porque odias el pecado? ¿No es eso más poderoso que el temor a las consecuencias del pecado? Entre más amamos a Dios, más vamos a odiar el pecado.

Esta doctrina de temerle a las consecuencias es casi dar en el blanco. ¿Has estado alguna vez de cacería en que perdiste el animal por haber “casi” dado en el blanco, en que disparaste a un tronco, o heriste al animal, o algo parecido? ¡Lo ideal hubiera sido dar en el blanco! Y dar en el blanco es dejar de pecar, porque es tan grande nuestro amor por el Señor que odiamos el pecado. Deberíamos considerar el pecado como una burla de Jesucristo, quien dio todo por nosotros. Solo así podemos vivir libres de las maldiciones.

 

MALDECIDO POR CONFIAR EN EL HOMBR

(Jeremías 17:5) Así ha dicho Jehová: Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta de Jehová.

Este versículo es uno que no les gusta a los gobiernos controladores. Quieren que dependamos del gobierno y de sus programas. No soy una persona política, ni mucho menos soy Republicano o Demócrata. Soy un monárquico. Tengo un Rey cuyo nombre es Jesucristo, y eso es lo que a mí me motiva. No es la política, no es la limosna que me den, y todas las cosas gratis. Algunas personas piensan que la necesitan, pero no la necesitan. ¡Han caído en la trampa.

Todo nuestro sistema de gobierno está establecido para que dependamos del hombre. ¡Está establecido para que la gente sea maldecida! Qué cosa, ¿verdad? Desde el vientre de la madre hasta la tumba nuestro gobierno quiere cuidar de nosotros. No confío en ellos: ¡confío en el Señor! Dice la Biblia.

(Proverbios 3:5-6) Fíate de Jehová de todo tu corazón, Y no te apoyes en tu propia prudencia.

Reconócelo en todos tus caminos, Y él enderezará tus veredas.

La gente siempre anda diciendo, “Ay, ¡no sé que voy a hacer!” Una de las razones por ello es que no confían en el Señor.

Los programas socialistas y las limosnas te hacen persona maldita. No fui yo quien lo dijo—acabo de leérselo. ¡Fue el Señor quien lo dijo! Tenemos que llegar al punto en que nuestra dependencia esté en el Señor Jesucristo, para que cuando nos reunamos, como en un edificio de iglesia, tengamos poder. Así, cuando entra alguien enfermo saldrá con salud. Los que somos de la iglesia, del Cuerpo de Cristo, nos hemos permitido ser maldecidos porque hemos confiado en el hombre. Decimos: “El pastor recibe un salario, entonces que lo haga él”, o decimos: “No soy evangelista, por cuanto ¡no tengo que evangelizar!” Pero, ¿dónde dice eso en la Biblia? Debe ser una de esas versiones nuevas. El pastor necesita tu ayuda.

Creo que hay muchos pastores que podrían salir al mundo y tener gran éxito, porque son hombres muy talentosos y capaces. Sé que todo pastor necesita gente desesperadamente, y es una lástima que tengo que decir “desesperadamente”, pero él requiere de personas dispuestas a cumplir la tarea, a poner manos a la obra. Alabado sea el Señor que veo muchas cosas saludables en algunas iglesias, y una de estas es la participación de la gente. Esto es algo poderoso, algo que uno debe hacer, y dejar de confiar en el hombre.

(Jeremías 17:7-8) Bendito el varón que confía en Jehová.

Porque será como el árbol plantado junto a las aguas, que junto a la corriente echará sus raíces, y no verá cuando viene el calor, sino que su hoja estará verde; y en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de dar fruto.

Antes yo vivía en el desierto y observaba los árboles que se veían todos verdes y bonitos por la ribera del Río Grande. No era necesario darles agua, jamás, ni nada semejante, porque estaban muy bien cuidados. Así nos cuida el Señor si obedecemos su palabra.

Los cristianos deberíamos ser como ese árbol plantado a la orilla del agua. No tendremos que preocuparnos por quién quede o no electo, ni por nada más. Debemos estar extendiendo nuestras raíces junto al río para que cuando venga la sequía estemos bien conectados con el acuífero y seamos regados por el Espíritu Santo. Los cristianos debemos estar en esa condición sin importar dónde vivamos, porque allí es donde nos quiere el Señor. Si no estamos allí, entonces algo nos hace falta.

El profeta Zacarías recibió una visión que nos muestra otra maldición que viene de Dios.

(Zacarías 5:1-4) De nuevo alcé mis ojos y miré, y he aquí un rollo que volaba.

Y me dijo: ¿Qué ves? Y respondí: Veo un rollo que vuela, de veinte codos de largo, y diez codos de ancho.

Entonces me dijo: Esta es la maldición que sale sobre la faz de toda la tierra; porque todo aquel que hurta (como está de un lado del rollo) será destruido; y todo aquel que jura falsamente (como está del otro lado del rollo) será destruido.

Yo la he hecho salir, dice Jehová de los ejércitos, y vendrá a la casa del ladrón, y a la casa del que jura falsamente en mi nombre; y permanecerá en medio de su casa y la consumirá, con sus maderas y sus piedras.

Dios le habla al profeta hace miles de años y lo que dice todavía es cierto. Los que roban, los que juran falsamente, los que dan testimonio falso después de haber jurado que dirían la verdad en la corte (“así me ayude Dios” se dice en los tribunales de los Estados Unidos), con la mano en una Biblia—todos ellos serán maldecidos. Esta maldición entra en su casa, en su familia y allí se queda. En los días de antaño decir “casa” significaba toda la familia y sus descendientes, como en el caso de “la casa de Israel”, o “la casa de Jacob”. ¿Y esto de qué se trata? Trata de las generaciones, ¿no es cierto? ¡Y estas son maldiciones que vienen de Dios! ¿No te parece que fue una maldición que la gente no se subiera al barco en la época de Noé? Por todas partes de la tierra estaban haciendo lo mismo.

Y no creas que porque esta maldición fue impuesta hace miles de años, puedes entonces decir: “Ay, pero ahora estamos bajo la gracia de Dios”. Entonces confiamos en esa gracia para que podamos seguir pecando y usarla como excusa. Más adelante andamos llorando y quejándonos por todas las aflicciones en nuestras vidas.

Si te deshaces de lo que causa la aflicción, puedes quedar libre. Hemos visto a cientos de personas quedar libre de todo tipo de cosa: cáncer, negocios en bancarrota, matrimonios deshechos, ojos ciegos—me es imposible recordarlos todos. La paga del pecado es la muerte y tenemos que estar al tanto de lo que causa las maldiciones. No importa que estemos bajo la gracia, pero simplemente no podemos hacer lo que nos dé la regalada gana. El hurto, la mentira y el falso testimonio nos traen maldiciones.

 

LAS MALDICIONES QUE VIENEN MEDIANTE HOMBRES DE PARTE DE DIOS

Hablemos de las maldiciones que vienen de hombres por parte de Dios. ¿Sabes por qué la gente mata a los profetas? Porque los profetas dicen, “cambia o mueres” y la gente se enoja. ¡Alabado sea Dios, que por lo menos vienen y le advierten a uno! A veces, como profeta le toca a uno dar un mensaje de parte de Dios que la gente no siempre quiere oír. Te voy a mostrar una maldición, en el capítulo 6 de Josué, pronunciada por un hombre de Dios en representación de Él.

(Josué 6:26) Y en aquel tiempo Josué juró diciendo: Maldito sea delante del SEÑOR el hombre que se levantare y reedificare esta ciudad de Jericó. En su primogénito eche sus cimientos, y en su menor asiente sus puertas.

La ciudad de Jericó era el siguiente obstáculo que les quedaba antes de cruzar el Jordán para entrar en la Tierra Prometida. Era una ciudad tan poderosa que aún hoy en día, con todas las armas que tenemos, no podríamos penetrar y entrar en ella. El muro en su alrededor fue construido en un ángulo muy agudo; los historiadores dicen que tenía unos 30 metros de altura y unos 12 de ancho. Lo hicieron ancho en la base y más estrecho en la parte de arriba. Si le pegaras con un tanque de guerra, éste se volcaría. No habría nada que hacer, porque la inclinación era demasiado aguda.

El muro era imposible de trepar, pero lo más increíble era que ¡en la cima había una autopista de unos 12 metros de ancho que daba la vuelta por toda la ciudad! Si mandaras todas tus tropas para tomar la ciudad desde el norte, ellos podrían movilizar a todo su ejército a ese sitio antes de que pudieras tumbar el muro. No importaba de dónde llegaba el ataque, siempre podía trasladar sus carrozas y sus hombres a cualquier parte del muro. Traían aceite hirviendo, o cualquier otra cosa para tirar por la borda sobre el agresor. Era un muro sólido y aunque no tenían en esos días balas de cañón, si lo hubieran tenido simplemente habrían rebotado del muro. No había manera en absoluto de destruir a Jericó ni derrumbar sus muros.

Sin embargo, ¿sabes quién logró derrumbar esas defensas? ¡El Señor Dios! Lo hizo de tal forma que comprobara que sólo Él lo podría hacer. Los israelitas obedecieron a Dios y marcharon alrededor de la ciudad por siete días. En el último día tocaron sus trompetas y gritaron alabanzas al Señor— ¡y los muros cayeron!

¿Sabes por qué siempre empezamos nuestras reuniones con alabanza? Porque la alabanza derrumba las barreras. Los israelitas obedecieron y alabaron, derrumbando el muro entero de la ciudad, menos a la casa de Rahab y su familia. Todo lo demás fue destruido por la alabanza. Ustedes, los que son guerreros e intercesores en la oración y están siendo molidos y abatidos, pasen un poco más tiempo en alabanza y verán que se acortará el tiempo. ¡Es algo poderoso!

Ese acto poderoso de Dios fue para que sirviera de ejemplo. Al fin había traído a su pueblo a la Tierra Prometida y quería que ese montón de escombros que había sido Jericó recordara a su pueblo quién era el Jefe. ¿Era un buen terreno? ¡Por supuesto! Tenía una buena vista, con agua pura y todo lo que un corredor de bienes raíces podría desear. Era una propiedad de primera. Pero ahí viene Josué y les dice: “No desarrollen esta propiedad porque si lo hacen, si sientan bases allí, sus primogénitos van a morir”.

En esa cultura era grave perder su primer hijo, pero además la profecía agrega que perderían su hijo menor cuando le pusieran las puertas,

(1 Reyes 16:34) En su tiempo Hiel de Bet-el reedificó a Jericó. A precio de la vida de Abiram su primogénito echó el cimiento, y a precio de la vida de Segub su hijo menor puso sus puertas, conforme a la palabra que Jehová había hablado por Josué hijo de Nun.

Un buen día llegó un hombre llamado Hiel y decidió reconstruir a Jericó, desafiando completamente la profecía de Josué. El orgullo de este hombre, y su desobediencia a la palabra de Dios, le hicieron perder a su hijo mayor. Era una maldición perder a tu heredero, tu primogénito. Por lo menos hubiera Hiel sido inteligente y parado la construcción una vez puestas las bases y de haber perdido su primogénito. Pensarías que habría llamado al contratista y le habría dicho que iban a parar la construcción.

Tomó efecto la maldición y fue por pura desobediencia. Dice uno, “Ay no, porque Dios es amor; jamás haría eso.” ¿Cómo no? ¿Cómo se explican ustedes esto? Tenemos un Dios increíble, ¡a quien no le gusta ser burlado! Me hace pensar en Elías, que se acercó a los líderes de su nación y les dijo, “Cambien o sufran”, pero no lo hicieron y terminaron sufriendo una sequía que los destruyó.

Cuando se dice en la Palabra de Dios que va a suceder algo, siempre pasa. No nos sirve de nada desobedecer y decir que no va a caer el castigo. ¡Por fuerza va a caer! Luego dice todo mundo, “¡Qué Dios más duro con uno!” Pero saben, las ruinas de Jericó son el mejor ejemplo a la humanidad del poder de Dios levantado en contra de la grandeza del hombre. Fue por eso que Dios dijo que no lo volvieran a edificar, pero Hiel lo hizo de todos modos, aun cuando se le advirtió que no lo hiciera.

Es por eso que nos metemos en tanto lío, porque nos empeñamos en que lo vamos a hacer a como queremos nosotros, y no hacemos caso de lo que diga cualquier otro. Al fin y al cabo, decimos, “Pero soy un rey, soy un constructor maestro y tengo licencia para construir esta ciudad. Además, soy contratista con el sindicato.” Pero de nada le sirvió a Hiel.

Seguro sintió que estaba muy bien parado porque su rey era Acab. “Hizo también Acab una imagen de Asera, haciendo así Acab más que todos los reyes de Israel que reinaron antes que él, para provocar la ira de Jehová Dios de Israel” (1 Reyes 16:33). Pero Acab también recibió su justicia, como vemos en el resto de este relato en 1 de Reyes.

(1 Reyes 17:1) Entonces Elías tisbita, que era de los moradores de Galaad, dijo a Acab: Vive Jehová Dios de Israel, en cuya presencia estoy, que no habrá lluvia ni rocío en estos años, sino por mi palabra.

Si Acab hubiera sido sumiso con el hombre de Dios, el profeta, y hubiera sido dócil ante lo que Dios le había pedido que hiciera, no se hubiera impuesto esta maldición. Sin embargo, la nación entera tuvo que sufrir debido a esta maldición. En tres años y seis meses no hubo ni una gota de lluvia—ni siquiera una llovizna. La gente se moría y la nación se desmoronó porque tenía una sociedad agrícola. No podía pedir que otras naciones enviaran comida en una flota de aviones de carga. ¡Estaban totalmente en un gran lío! Lástima, porque si Acab hubiera sido manso, no habría caído sobre la nación esta maldición.

Hemos visto cómo la desobediencia provoca las maldiciones de Dios. Por ser un Dios justo, Él no puede premiar a la desobediencia; pero cuando le obedecemos hace que fluyan bendiciones a favor nuestro.

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