Capítulo 6: La Sangre de Inocentes

Christian Faith International Ministries

 

CAMBIEMOS LAS MALDICIONES A BENDICIONES

CARL L. FOX

 

Capítulo 6

La Sangre de Inocentes

Estábamos ministrando en una iglesia en Bucarest y al terminar el servicio, por ahí de las once de la noche, se me acercó un pastor gitano y me dijo, “Tienes que venir conmigo”. Le contesté: “¿Adónde?” y respondió: “A mi pueblo”. Entonces le prometí que iría a la noche siguiente, por cuanto prometió enviar a alguien a recogerme. Llegaron en un auto Dacha todo destartalado y emprendimos el camino hacia el pueblo, ¡acompañados de la tensión de que en cualquier momento podríamos caer a la calle cuando el auto pegaba contra una piedra o un hueco!

A nuestra llegada habían sólo 15 personas presentes, provocando la disculpa del pastor quien me dijo, —Lamento mucho que seamos tan pocos. Los americanos casi nunca vienen a menos que haya una gran multitud de gente.

Le respondí: —El Señor Jesucristo se detenía para hablar con una sola persona, así que nosotros también lo debemos hacer. Pero la noche es muy linda. ¿Por qué no celebrar el culto al aire libre?

—Nunca se nos había ocurrido hacer eso, —respondió el pastor. Entonces reunieron sus instrumentos musicales, ¡que por cierto, son muy extraños! Si alguna vez tuvieras oportunidad de ir a una iglesia gitana, ¡hazlo! Aunque tuvieras problemas para levantar tus brazos y alabar a Dios, no podrías quedarte sentado en uno de esos servicios. No es que la alabanza esté fuera de control, sino que hay tanto amor por el Señor que vas a empezar a sentirlo desde la coronilla de tu cabeza hasta bajar por los dedos de tus pies.

Fue un rato muy poderoso, en que la música empezó a atraer a otros del vecindario. Querían enterarse de lo que estaba pasando y, como éramos la única diversión en el pueblo, todo mundo se apareció. En lo espiritual, pude sentir cierta electricidad en el aire. Se apiñaron unas trescientas personas en el minúsculo patio de la iglesia.

Rebalsaban por las calles y luego en el lote a la par, todos meneando sus brazos en alto del entusiasmo. Entre la música de alabanza y la novedad de unos conferencistas americanos de piel blanca, fue toda una atracción. Habían llegado por curiosidad, pero entonces empezó a actuar el Espíritu Santo.

Me dijo el Señor: “Léales el Salmo 109 donde habla de la maldición que cayó sobre Judas Iscariote y sus herederos. Cuénteles que están maldecidos y que esa es la maldición que tienen.” Empecé a pensar: “Esto es imposible, porque dice que el nombre de Judas será eliminado en la siguiente generación.” Pero el Señor me dijo terminantemente, “Eso se refiere a los varones. Las mujeres cambian de nombre cuando se casan.” No entendía mucho sobre el asunto, pero me imaginé que el Señor sabía lo que estaba haciendo, por lo que le mostré al intérprete lo que quería que leyera en rumano.

Inmediatamente se puso muy seria la gente, porque bien conocen los gitanos acerca de las maldiciones. Alguien siempre los está maldiciendo por su estilo de vida. Entonces le dije, “Los que quieren quedar libres de esta maldición, levanten su mano derecha.” Ya anochecía en este pequeño pueblo y costaba ver, pero pudimos vislumbrar muchas manos levantadas y meneándose. Todos levantaron sus manos porque nadie quería quedar por fuera. Por lo menos vimos las siluetas de sus manos alzadas. Les dije que no las bajaran hasta que hubiéramos terminado de orar. Entonces, en el nombre del Señor Jesucristo, rompimos el poder de esa maldición impuesta sobre ellos.

Eran tantos los que no conocían al Señor Jesucristo y empezó a fluir el mensaje de salvación. “Jesucristo es el que murió y pagó el precio para que ustedes quedaran libres. Murió en una cruz, ¡pero Dios lo levantó de los muertos!”

Entonces les pedí: “Todos los que quieren conocer a este Jesucristo quien los ha librado de sus maldiciones, y los que quieran que Jesucristo sea el Señor de su vida, levanten ambos brazos y no los bajen.” Otra vez, hasta donde pude ver, toda mano estaba levantada y cuando oré, entre trescientas y cuatrocientas personas llegaron a los pies del Señor Jesucristo esa noche.

Cuando dije “Amen”, empezaron todos a acercarse en un círculo para tocarnos. Estaba rebalsando el amor de Dios y nosotros decíamos, “¡Dios te bendiga, Dios te bendiga, Dios te bendiga!” Fue uno de los momentos más emotivos de mi vida entera. Muchísimas veces había leído el Salmo 109 y había pensado en cómo le debió herir el corazón a Jesucristo cuando estaba sentado esa noche en la última cena. Bien que conocía las escrituras y para ese entonces ya sabía que el Salmo 109 era una profecía acerca de Judas. Te puedes imaginar la pesadumbre que sintió, porque amaba a Judas. Las veces que había leído este salmo había sentido el dolor, pero jamás me imaginé—hasta que el Señor me lo dijo—que tenía que ver con los gitanos.

¿Te parece que tuvo un impacto en este pueblo el que se habían quitado las maldiciones? ¡Claro que sí! Muchos recibieron sanidad en sus cuerpos como resultado. Fueron librados de la opresión y de la depresión y de muchas cosas más. Al año siguiente me enteré que de esa simple reunión nacieron cien iglesias.

Hay algunos pastores maravillosos y audaces que se han arriesgado a trabajar entre los gitanos, a pesar de la presión fuerte de su cultura. Tal y como se describe en el libro de los Hechos, los gitanos están viendo milagros a diestra y siniestra, además de la extensión del evangelio no sólo en Rumanía, sino hasta con los gitanos en los países vecinos. El Señor me mostró que cuando vuelvan a poner la Cortina de Hierro, Él usará a los gitanos para llevar la Palabra de Dios a lugares donde no puede ir nadie más. Cuando sean peligrosos los tiempos, éstos son los que van a ser Sus evangelistas. Pueden vivir de casi nada y no se pueden quedar encerrados— ¡no hay Cortina de Hierro que los impida pasar!

¿Cuál es esta maldición impuesta sobre los gitanos? Es la maldición de la sangre inocente, impuesta sobre ellos por traicionar a Jesucristo, el Hijo de Dios. Los gitanos son la sangre de Judas Iscariote por la línea de sus hijas.

 

LA MALDICIÓN DE LA SANGRE INOCENTE POR TRAICIONAR AL HIJO DE DIOS—JESUCRISTO

(Salmo 109:4-6) En pago de mi amor me han sido adversarios; mas yo oraba. Pusieron contra mí mal por bien, y odio por mi amor. Pon sobre él al impío; y satanás esté a su diestra.

¿De qué se tratan estos versículos? Judas fue el amigo de confianza de Jesucristo y le dio sus espaldas al amor de Él. Por eso, las que debieron haber sido bendiciones a la diestra de Judas, se las entregó a satanás.

(Salmo 109:7) Cuando fuere juzgado, salga impío; y su oración sea para pecado.

En este versículo empieza la maldición por traicionar al Hijo de Dios. Lo comparo con el antiguo oeste de los Estados Unidos, donde se hacía un juicio y luego lo ahorcaban a uno. ¿Te acuerdas de esas viejas películas de vaqueros en los tiempos de antes en el oeste norteamericano? Uno de los actos más espantosos y horribles de la historia fue cometido por Judas, y fue enjuiciado por ello y condenado por su traición. Su acto horrible se convirtió en maldición sobre todas sus generaciones después de él.

…y su oración sea para pecado.

¿Te gustaría que tus oraciones se convirtieran en pecados? ¡Esta es la maldición que han cargado los gitanos por muchas generaciones! No basta con una sola de estas partes terribles de la maldición, sino que se siguen acumulando.

(Salmo 109:8-10) Sean sus días pocos; tome otro su oficio.

Sean sus hijos huérfanos, y su mujer viuda.

Anden sus hijos vagabundos, y mendiguen; y procuren su pan desde sus lugares desiertos.

He convivido mucho con los gitanos, observándolos e intentando ayudarles. Sin embargo, a pesar de la desesperación que he visto en otras culturas, jamás he visto nada como la angustia que experimentan los gitanos. Tampoco he visto tantos niños sin padres.

En cualquier parte del mundo donde haya pobreza encontrarás gitanos mendigando. A los que nacieren dentro de la clase mendigante, si son niñas (que para esa cultura no valen absolutamente nada), les hacen cosas como cortarle la lengua, quebrarle sus brazos y atarlos para que sanen torcidos. Luego las ponen a mendigar para que uno les sienta lástima y les dé dinero. Esto lo he visto con mis propios ojos y me consta que hoy en día es real.

A menudo se mudan a determinada zona y montan algún quehacer, pero inevitablemente los corren de allí. Hace un tiempo el Sistema de Difusiones Públicas pasó un programa televisado acerca de los gitanos y fue bastante exacto, menos en un aspecto. Dijeron que entre los gitanos no había tal cosa como príncipes y reyes. Pero sí lo hay. Tienen una clase mendigante a la que le toca mantener a la clase alta de gitanos. Estos mendigos no pueden justificarse diciendo, “Bueno, la verdad es que tuve un mal día de mendigar y no recibí casi nada.” Por fuerza tienen que entregarle a su príncipe o rey gitano todo lo que hayan recogido— ¡por fuerza! Estos les arrancan su dinero con amenazas, quitándoles su oficio por extorsión, como indica este trozo del salmo.

(Salmo 109:12) No tenga quien le haga misericordia, ni haya quien tenga compasión de sus huérfanos.

¡Jamás he visto a una gente más maldecida que los gitanos! Aun en la India, tan mal como son las cosas allí, no veo la maldición sobre la gente en las calles tanto como la que hay sobre los gitanos. Algunos ni siquiera jamás se han bañado. Es algo increíble—los perros pueden discriminar quiénes son gitanos, y por esa razón, todos los rumanos tienen perros. No falta que se acerque un gitano a media cuadra de una casa para que los perros se vuelvan locos. Es algo que uno no se puede ni imaginar, pero nosotros lo hemos escuchado.

Una de las veces en que estuvimos en Bucarest, agotados nos acostamos por ahí de la una o dos de la mañana, llevándonos la sorpresa de que los perros ladraban toda la noche. A cada rato me despertaban. Finalmente, después de dos o tres días sin dormir bien la noche entera, dije, “Señor, me voy. Me voy a otro lado, porque no puedo más sin dormir. ¿Qué pasa?” Después de un rato, me cansé tanto que acepté el descanso y me dormí. Seguíamos cuestionando por qué los perros se volvían locos, y empezamos a mirar por la ventana. Cada vez que ladraban, veíamos pasar gitanos por la calle.

(Salmo 109:13) Su posteridad sea destruida; en la segunda generación sea borrado su nombre.

¡Eso significa toda la línea de sangre de los varones—desaparecida! Las hijas no pasan a sus herederos el apellido de su padre; el apellido que pasan es el de su marido, el varón. Pero las hijas de Judas se tuvieron que ir a algún lugar y seguir adelante con sus vidas. Esta no sólo es una maldición generacional, sino también la maldición por haber traicionado al Señor Jesucristo y por haber derramado la sangre de un inocente. El derrame de sangre inocente es la más grave de todas las maldiciones.

(Salmo 109:14) Venga en memoria cerca del Señor la maldad de sus padres, y el pecado de su madre no sea borrado.

¡Sin recibir perdón! Esta es la peor maldición que alguien puede tener, porque significa que el Señor va a recordar siempre su maldad, porque cuando Él perdona dice que olvida las iniquidades. Lo peor fue haber traicionado a muerte al Señor Jesucristo. Esta es la profecía sobre Judas Iscariote y si no lo crees, lee Hechos 1:20. Jesucristo nos ama aun cuando no lo merecemos. Durante la última cena que compartió con Judas, intentó hasta el último minuto ganarlo y finalmente le tuvo que decir, “Lo que vas a hacer, hazlo rápido.”

No debes dejar ni por un momento que haya algo en tu vida que pudiera impedir que te acerques al trono de Dios. Hoy mismo puedes esperar la liberación del pecado, porque fue comprada por medio de la sangre de Jesucristo, en su muerte y su resurrección. Si Judas se hubiera arrepentido, también hubiera sido perdonado. Y cuando se arrepienten los gitanos, se rompe la maldición en el nombre de Jesucristo.

(Salmo 109:15) Estén siempre delante de Jehová, y él corte de la tierra su memoria.

Todos preguntan, “¿De dónde vienen los gitanos?” Nadie sabe. Pero en verdad existen y tienen su reino gitano. Es una gente sin tierra, pero tienen su propio idioma distinto a los demás. Además de hablar el idioma gitano, aprenden la lengua de cualquier lugar donde estén. Ni la Cortina de Hierro pudo impedirles el traslado entre otros países. Se pasan de una nación a otra— ¡aún hasta los Estados Unidos! Los gitanos no deben ser una nación temida, sino un pueblo amado, respetado y traído al Señor Jesucristo para que pueda ser sanado.

Si no se detienen las maldiciones, siguen pasándose a las generaciones del futuro. Hemos leído acerca de lo que provoca las maldiciones generacionales, que se pueden encontrar también aún en las mejores familias. El punto principal del tema es que a pesar de la peor traición u homicidio de sangre inocente, tanto nosotros como los gitanos podemos tener liberación completa. Eso es porque Jesucristo se convirtió “por nosotros en maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero),” (Gálatas 3:13).

 

MALDICIONES CAUSADAS POR EL ABORTO DE LOS INOCENTES

Otro asunto muy importante al que debemos encarar es la maldición causada por el derramamiento de la sangre inocente de bebés. Nuestro país entero tiene las manos ensangrentadas y es maldecido por la sed de muchos de derramar sangre inocente. Tenemos algo que se llama aborto en este país y debemos arrepentirnos por el derrame de esa sangre inocente.

Hemos asesinado dentro del vientre a más de cuarenta millones de bebés, sacrificados en nombre de la conveniencia. Justificamos esta matanza con un debate acerca de cuándo empieza la vida, pero el punto no es sobre cuándo empieza la vida, sino que el feto pequeño tiene sangre y es una persona inocente. El aborto es homicidio y la vida no está sólo en el acto de respirar el aire. Mi Biblia dice que la vida está en la sangre y puedes ver que el feto sangra cuando le pones una navaja. Es algo muy grave, pero, gloria a Dios, estamos viviendo en una época en que podemos tener una relación personal con Dios.

Si alguien ha abortado a su bebé, podemos romper las maldiciones en el nombre de Jesucristo y reemplazarlas con bendiciones. Hemos visto que al haber quitado la maldición se nota una enorme diferencia en las vidas de la gente. Pero en cuanto a nuestra nación, tendrá que atender a este asunto tan serio, tan grave, porque cada veintidós segundos se practica un aborto en los Estados Unidos. ¡La sangre de todos estos bebés está en la tierra clamándole a Dios! Si has abortado a tu bebé o has participado en un aborto por recomendárselo a alguien o por aconsejarlo, por favor, arrepiéntete y rompe esta maldición.

Yo fui miembro de una denominación cristiana que creía que la vida estaba en el acto de respirar, así que no considerábamos vivo al bebé hasta que llorara en el momento del parto. ¡Esto no está bien! Tuve que arrepentirme del pecado de haber participado con el aborto y me sentí muy feliz cuando me deshice de esa maldición.

Oramos por unas cuantas mujeres que habían abortado a sus bebés y entonces querían dar a luz hijos. Intentaban por años muchas cosas, incluyendo exámenes médicos, y todavía no podían tener hijos. Cuando rompimos la maldición de la sangre inocente en el nombre de Jesucristo, y la reemplazamos con bendiciones al vientre para que pudieran quedar embarazadas, el Señor las sanó completamente y ahora tienen bebés preciosos. ¡El Señor Dios es tan maravilloso!

 

MALDICIONES POR HOMICIDIO PREMEDITADO

Además de abortar a un bebé, hay muchas otras formas de derramar la sangre inocente. Una es matar al propio a un hombre inocente, como hizo uno de los generales del Rey David. Supongo que creyó que así quedaría bien con el rey por haber matado a alguien del régimen antiguo.

(2 Samuel 3:28) Cuando David supo después esto, dijo: Inocente soy yo y mi reino, delante de Jehová, para siempre, de la sangre de Abner hijo de Ner.

En este caso hubo derramamiento de sangre inocente, porque Abner era un hombre justo, un gran hombre de Israel. Por eso, David no quiso aceptar responsabilidad por lo hecho.

(2 Samuel 3:29) Caiga sobre la cabeza de Joab…

Supuestamente, Joab salió a hacerle a David un favor, pero la verdad es que lo hizo sólo porque pensó que le sería políticamente ventajoso. David no fue engañado por los motivos falsos de Joab, por lo que declaró, “Caiga sobre la cabeza de Joab.”

…y sobre toda la casa de su padre; que nunca falte de la casa de Joab quien padezca flujo, ni leproso, ni quien ande con báculo, ni quien muera a espada, ni quien tenga falta de pan.

En otras palabras, David aseguró que esa maldición no viniera sobre él ni sobre su linaje. ¿Pero, por qué hizo eso? Tal vez estés pensando que David no mostró mucho agradecimiento. Pero ¿quién habría de venir por el linaje de David? Vendría Jesucristo. Las maldiciones generacionales son reales y David tuvo que estar seguro que su cuerpo y su vida estuvieran limpios, o Jesucristo no habría podido cumplir su misión.

Las maldiciones son algo muy grave. No quiero hacer de este escrito algo muy pesado, pero tampoco es para entretenerte. Sólo estoy exponiendo lo que Dios quiere que veamos. Tenemos que proteger algunas cosas, entre ellas la sangre inocente, pues derramarla es algo malvado. Si David hubiera aceptado lo que hicieron esos hombres, hubiera aceptado la maldición y Jesucristo no habría podido librarnos. ¿Sabes cómo se libraba uno de maldiciones bajo la ley? No había un hombre que se llamaba Carl que viniera para orar por uno. Lo tiraban en una fosa y lo apedreaban a uno hasta que muriera. ¡A uno le tiraban rocas—y no precisamente eran cristales de heroína!

Joab había hecho algo que causó la maldición de sangre inocente. Mató a un inocente, y David le puso la culpa directamente al asesino, porque no aceptaría la responsabilidad por lo que había hecho el otro.

Hace unos años en Bucarest, viajaba en tranvía y oí un sonido de lamentación, un agonizante gemir que me causó un profundo sentimiento de soledad. Me pasó y no pensé más en él hasta unos días más tarde, cuando otra vez andaba en tranvía por aquella área y escuché de nuevo los lamentos. Empecé a preguntarle al Señor y esperaba la respuesta cuando Emily, la traductora, me dijo, “Ese cementerio allá es para los héroes nacionales. Son los inocentes que fueron masacrados durante la revolución de 1989.” Entonces entendí los lamentos.

Luego le pregunté a Emily, “¿Por qué les llamas inocentes?” Respondió ella que durante la revolución, los ciudadanos no tenían medios para defenderse. Los opresores eran los que tenían armas, por tanto la gente no hacía más que agarrarse de las manos para formar cadenas largas, y marchar por el campo cantando a Dios alabanzas e himnos. El ejército fue mandado a matarlos, y lo empezó a hacer, pero no tenían el ánimo de seguir haciéndolo y dejaron de matar a sus hermanos. Se negaron a apoyar al dictador comunista que había tenido a Rumania en pobreza y opresión por tantos años. Esto marcó el principio de la libertad para los rumanos.

Decidí ungir las puertas del panteón con aceite, y oré para romper en el nombre de Jesucristo la maldición de la sangre inocente. Desde entonces he pasado aquel área una docena de veces, y nunca volví a escuchar el clamor de la sangre inocente. Sí es cierto que Dios escucha el clamor de la sangre inocente. Hay una historia en la Biblia que describe esto gráficamente en Génesis 4.

(Génesis 4:8-11) Y habló Caín a su hermano Abel; y aconteció que estando ellos en el campo, Caín se levantó contra su hermano Abel, y le mató.

Y El SEÑOR dijo a Caín: ¿Dónde está Abel tu hermano? Y él respondió: No sé; ¿soy yo guarda de mi hermano?

Y él le dijo: ¿Qué has hecho? La voz de las sangres de tu hermano claman a mí desde la tierra. Ahora, pues, maldito seas tú de la tierra, que abrió su boca para recibir la sangre de tu hermano de tu mano.

Para siempre la memoria de Caín se recordará en esta tierra. Cuando alguien hace alguna maldad, o cuando es una persona muy salvaje, dice la gente que “anda haciendo las de Caín”. El destrozo causado por el derramamiento de la sangre inocente de Abel se declaró en el clamor de esa sangre que el Señor escuchó, y después vino la maldición.

Si tú, o algún conocido tuyo o persona allegada, tienen esta maldición, por favor arrepiéntete y rompe el poder de ésta en tu vida, en el nombre de Jesucristo. La sanidad sí vendrá y las vidas serán restauradas.

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